sábado, 18 de enero de 2020

Minúsculos protozoos



     Le sorprendió, a quien esto escribe, averiguar que buena parte de nuestro planeta está habitado por microbios desconocidos; seres que sabemos que existen, pero que no han sido cultivados en laboratorios. Asombran los número que muestran la abundancia de microbios (expresada en cuatrillones de células) en siete entornos terrestres: en los sedimentos marinos viven doscientos noventa mil; en el suelo moran doscientos cincuenta y seis mil; en el subsuelo terrestre residen doscientos cincuenta mil; en el agua marina ciento un mil; desaparecen tres ceros en la cuenta de los que se alojan en el agua dulce, solamente ciento treinta; habitan en las plantas apenas cien y menos aún, en los animales, veinte. Los científicos han descrito, al menos hasta el nivel de género, cerca de la mitad de los microorganismos que habitan en plantas y animales; sin embargo, más del ochenta por ciento de las poblaciones que viven en los otros cinco entornos, comparativamente mucho mayores, siguen siendo desconocidas.
     Dejemos a un lado las bacterias y arqueas, y fijémonos en los microorganismos que tienen su información genética encerrada dentro de una doble membrana (que delimita un núcleo celular). Lo hay de tres tipos, los protozoos, las algas microscópicas y los hongos microscópicos, que resultan relativamente fácil de distinguir. Los primeros carecen de pared celular, y son capaces de transformar la materia orgánica en sus componentes y en energía; los segundos tienen una pared celular de celulosa y sintetizan las sustancias esenciales para su supervivencia a partir de compuestos inorgánicas; los últimos, igual que los primeros, transforman la materia orgánica en sus componentes y energía, pero tienen una pared celular de quitina.
     Fijémonos ahora en los antecesores de los animales; los minúsculos protozoos tienen un tamaño que va de una centésima de milímetro a un milímetro, viven en ambientes acuosos, y algunos, muy pocos, son parásitos que producen graves enfermedades, como la malaria, las tripanosomiasis, la leishmaniasis o la disentería amebiana. Los protozoos, decía, se alimentan de algas, bacterias y hongos microscópicos y por ello desempeñan un papel fundamental en el control de la población de esos seres; a su vez son una fuente de alimento para los minúsculos invertebrados. Algunos son extraordinariamente resistentes y sobreviven, formando quistes, en condiciones muy adversas, ya sea a unas temperaturas extremas, o en presencia de productos químicos dañinos, incluso permanecen vivos durante largos periodos sin alimentos, agua u oxígeno. Espero que el astuto lector ya se haya percatado de su importancia.

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