Hay
libros que todo aficionado a la ciencia tiene la obligación moral de
leer: La doble hélice es uno de ellos; su autor, el
premio Nobel, James Watson, relata las vicisitudes y aventuras que,
durante los años 1951 a 1953, les llevaron a él y a su colega
Francis Crick, a desentrañar la estructura de la molécula más
importante de la vida: el ADN. El modelo que propusieron consta de
dos cadenas de nucleótidos unidas, como si fuesen una escalera de
cuerda; escalera enrollada en espiral y cuyo sentido de giro (yendo
de abajo arriba) es hacia la derecha; los técnicos argumentan que se
trata de una doble hélice dextrógira.
El
escritor sabe que, si cambia el orden de las letras del alfabeto
genético, lo que equivale a decir que cambia la secuencia de los
nucleótidos del ácido nucleico, se obtienen distintas proteínas y,
por tanto, seres vivos diferentes; pero pensaba que la forma de la
molécula de ADN de cualquier bicho, planta o bacteria era idéntica:
erraba, el fenómeno es más enrevesado. El modelo de ADN propuesto
por Watson y Crick se refiere a la forma predominante en las células:
el ADN-B; pero existen otras dos configuraciones de la molécula que
presentan geometrías y dimensiones distintas. Poco hay que decir del
ADN-A: se ignora su función. La doble hélice del ADN, que
apellidamos Z, puede ser levógira (ambas hebras de nucleótidos
giran hacia la izquierda) en vez de dextrógira como es habitual; y
no es un fenómeno valadí: los enfermos que padecen el fatal lupus
eritematoso sistémico producen anticuerpos contra su propio ADN,
anticuerpos que reaccionan contra el ADN-Z. ¿Acaso existe este ADN
anómalo en las células? ¿Dónde está? ¿Cuándo aparece? Parece
ser que el ADN-Z se forma
en los puntos en los que se
inicia la
síntesis del ARN mensajero. Ahora
bien, en todas las células se forma ARN mensajero, el intermediario
entre los genes y las proteínas que forman,
entonces ¿por
qué en unas
personas el
ADN-Z actúa como antígeno y en
otras, no?
Por otro lado,
sabemos que los segmentos de ADN
cuyos componentes han sido modificadas (por metilación de los
nucleótidos) pueden sufrir cambios conformacionales y adoptar la
forma Z. ¿Será ésta la clave? Porque la metilación del ADN es
esencial para el desarrollo normal y se asocia con una serie de
procesos esenciales, como la inactivación del cromosoma X, el
envejecimiento o la carcinogénesis.
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