Todos
los seres vivos de la biosfera, animales, vegetales o bacterias están
formados por células; y sólo hay dos variedades de ellas: las
sencillas no contienen núcleo, y las complicadas sí lo tienen. Nos
preguntarnos cómo adquirió el núcleo una célula que carecía de
él, después de todo, si no eso hubiera ocurrido, nosotros (y los
animales y vegetales) no existiríamos.
En
2001, Philip Bell conjeturó que el núcleo celular evolucionó de un
virus de ADN: el virus se estableció en el citoplasma de una arquea
(microorganismo cuya apariencia se asemeja a las bacterias) y
evolucionó a núcleo mediante la adquisición de genes del
hospedador. Por regla general, los microorganismos atrapados mueren y
se degradan; a veces, escapan a la destrucción, continúan dañando
a sus captores y llegan a provocarles la muerte. En alguna rara
ocasión, captor y víctima sobreviven en un estado de mutua
tolerancia, que puede tornarse después en asistencia recíproca y,
por último, en dependencia. La teoría se ha visto apoyada por el
descubrimiento de virus gigantes de ADN capaces de biosíntesis de
proteínas, tales como los Mimivirus. Un virus gigante, en lugar de
replicarse y destruir al huésped, tomaría el control de la arquea y
se convertiría en núcleo; el virus habría secuestrado a la célula
para asegurar su supervivencia. ¿Pruebas? Se supone que algunas
características del núcleo derivan de su ascendencia viral: el
virus se asemeja al núcleo celular (ADN lineal encapsulado dentro de
una membrana de lípidos).
Postulemos
que el origen de las células con núcleo se debe a su capacidad para
ingerir presas (fagocitosis). La conversión de la rígida pared de
las bacterias en una superficie flexible resulta un requisito
indispensable, el aumento de tamaño también. La capacidad para
ingerir presas debe estar unida a un mecanismo que permita englobar
moléculas o células externas con la membrana exterior
citoplasmática; tal facultad permitiría el desarrollo de un sistema
de membranas internas, la aparición del núcleo (y posterior
reproducción sexual), y la adquisición de las mitocondrias y
cloroplastos, características propias de estas células. Si la
adquisición del núcleo evolucionó simultáneamente con la
fagocitosis, gran parte del genoma de la arquea huésped resultaría
redundante, ya que el nuevo ser resultante de la fusión podría
obtener materia y energía al englobar bacterias. Esta redundancia
permitió la pérdida del ADN de la arquea, generando un organismo
con características nuevas, origen de los animales y vegetales.
2 comentarios:
muy bueno, no estamos preparados¿la creación?
Estimado amigo
Cierto no estamos preparados, pero los conocimientos que hemos adquirido desde que aplicamos la investigación científica a la naturaleza son inmensos: no hay más que pensar en la llegada de un humano a la Luna, en el control de las enfermedades bacterianas o en el invento de los analgésicos para no sentir dolor. En menos de quinientos años hemos duplicado la esperanza de vida; aunque con humildad tenemos motivos para estar, como humanos, orgullosos de los éxitos alcanzados.
En cuanto a la creación: tenemos argumentos para sospechar que una célula se formó en nuestro planeta hace más de tres mil ochocientos millones de años con las biomoléculas que existían en el momento. No sabemos los detalles del mecanismo concreto, pero los científicos lo están estudiando.
Saludos
Publicar un comentario