sábado, 17 de agosto de 2019

¿El núcleo celular fue un virus otrora?



Todos los seres vivos de la biosfera, animales, vegetales o bacterias están formados por células; y sólo hay dos variedades de ellas: las sencillas no contienen núcleo, y las complicadas sí lo tienen. Nos preguntarnos cómo adquirió el núcleo una célula que carecía de él, después de todo, si no eso hubiera ocurrido, nosotros (y los animales y vegetales) no existiríamos.
En 2001, Philip Bell conjeturó que el núcleo celular evolucionó de un virus de ADN: el virus se estableció en el citoplasma de una arquea (microorganismo cuya apariencia se asemeja a las bacterias) y evolucionó a núcleo mediante la adquisición de genes del hospedador. Por regla general, los microorganismos atrapados mueren y se degradan; a veces, escapan a la destrucción, continúan dañando a sus captores y llegan a provocarles la muerte. En alguna rara ocasión, captor y víctima sobreviven en un estado de mutua tolerancia, que puede tornarse después en asistencia recíproca y, por último, en dependencia. La teoría se ha visto apoyada por el descubrimiento de virus gigantes de ADN capaces de biosíntesis de proteínas, tales como los Mimivirus. Un virus gigante, en lugar de replicarse y destruir al huésped, tomaría el control de la arquea y se convertiría en núcleo; el virus habría secuestrado a la célula para asegurar su supervivencia. ¿Pruebas? Se supone que algunas características del núcleo derivan de su ascendencia viral: el virus se asemeja al núcleo celular (ADN lineal encapsulado dentro de una membrana de lípidos).
Postulemos que el origen de las células con núcleo se debe a su capacidad para ingerir presas (fagocitosis). La conversión de la rígida pared de las bacterias en una superficie flexible resulta un requisito indispensable, el aumento de tamaño también. La capacidad para ingerir presas debe estar unida a un mecanismo que permita englobar moléculas o células externas con la membrana exterior citoplasmática; tal facultad permitiría el desarrollo de un sistema de membranas internas, la aparición del núcleo (y posterior reproducción sexual), y la adquisición de las mitocondrias y cloroplastos, características propias de estas células. Si la adquisición del núcleo evolucionó simultáneamente con la fagocitosis, gran parte del genoma de la arquea huésped resultaría redundante, ya que el nuevo ser resultante de la fusión podría obtener materia y energía al englobar bacterias. Esta redundancia permitió la pérdida del ADN de la arquea, generando un organismo con características nuevas, origen de los animales y vegetales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno, no estamos preparados¿la creación?

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Cierto no estamos preparados, pero los conocimientos que hemos adquirido desde que aplicamos la investigación científica a la naturaleza son inmensos: no hay más que pensar en la llegada de un humano a la Luna, en el control de las enfermedades bacterianas o en el invento de los analgésicos para no sentir dolor. En menos de quinientos años hemos duplicado la esperanza de vida; aunque con humildad tenemos motivos para estar, como humanos, orgullosos de los éxitos alcanzados.

En cuanto a la creación: tenemos argumentos para sospechar que una célula se formó en nuestro planeta hace más de tres mil ochocientos millones de años con las biomoléculas que existían en el momento. No sabemos los detalles del mecanismo concreto, pero los científicos lo están estudiando.

Saludos