sábado, 1 de junio de 2019

Clases de estrellas


La vida urbana ha cambiado nuestros hábitos: apenas reparamos en el cielo; cierto, el hombre contemporáneo está menos familiarizado con el cielo nocturno que nuestros antecesores cazadores recolectores de hace cien mil años. Sin embargo, hasta el más encallecido urbanita, si alguna vez levanta la mirada arriba, en una noche despejada, se preguntará por el significado de aquella majestuosidad que le anonada.
Sobre el significado del universo, nada podemos disertar los científicos, pero sí conocemos el modo en que nacen, viven y mueren las estrellas. El noctámbulo espectador del firmamento admira las estrellas, el astrónomo, además, se pregunta cuántas variedades hay. El tamaño, la distancia, el color, el brillo o la cantidad de materia nos proporcionan información sobre las características de las estrellas; por lo de pronto, ateniéndonos al resultado de las observaciones podemos agruparlas en seis tipos básicos. Sigamos, ahora, la evolución de una estrella; desde el nacimiento hasta su muerte. Una enorme nube de gas –una nebulosa- se colapsa debido a su gravedad; al hacerlo, se comprime, se vuelve más densa y se calienta; como lo haría un gas cualquiera. El proceso continúa hasta que la región central de la inmensa nube astronómica se ha calentado tanto que se inician en ella las reacciones nucleares de fusión del hidrógeno. Al llegar a ese punto, la situación se estabiliza: la protoestrella inicial se ha convertido en estrella. Esta secuencia de acontecimientos ocurre en las estrellas normales, como nuestro Sol, que los astrónomos denominan estrellas de la secuencia principal. Ahora bien, la cantidad de materia de la nebulosa original condiciona la vida y la masa de la estrella recién formada; las más pesadas brillan más (serán blancas o azuladas), las más ligeras, menos (serán rojas); aquéllas mueren pronto, de jóvenes, éstas tarde, de ancianas. En cualquier caso, acabado el combustible nuclear, las estrellas fallecen dejando como residuos, agujeros negros, estrellas de neutrones o enanas blancas, según que contengan más o menos masa. Pero antes del óbito se transforman; las estrellas ligeras, en gigantes rojas (como Arturo en la constelación del Boyero, Aldebarán en Tauro o nuestro Sol en el futuro) y las pesadas, en supergigantes (rojas, como Betelgeuse en Orión o azules, más pequeñas, como Rigel en la misma constelación anterior).
Como si de humanos se tratara, las estrellas nacen, viven y mueren. Eso vemos en el cielo.

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