sábado, 22 de junio de 2019

Ballenas, elefantes y cánceres


     El estudio de la fauna nos depara, a veces, sorpresas inesperadas. ¿Quién podría suponer que el examen, aparentemente inútil, de la genética de ballenas y elefantes tal vez brinde claves trascendentales para alargar la vida humana?

     Un grupo de científicos, liderado por João Pedro de Magalhães ha secuenciado el genoma de la ballena de Groenlandia, el mamífero más longevo del planeta, que vive hasta los doscientos quince años. Los investigadores encontraron, en el ADN de estos cetáceos de cien toneladas, mutaciones y copias de genes relacionados con la reparación del ADN y la regulación del ciclo celular. Un ciclo celular mejorado y evitar la acumulación de daños en el ADN quizá promueva la resistencia de estos animales a las enfermedades ligadas al deterioro de las células, tales como el cáncer y las afecciones degenerativas vinculadas a la vejez.

     Erraría quien pensara que los longevos elefantes, gigantes terrestres del reino animal, padecen cáncer con frecuencia; después de todo, el aumento del número de células (cientos de veces más que los humanos) facilitaría que alguna se convirtiese en maligna a lo largo de mucho tiempo. No, no es que los elefantes nunca tengan cáncer, pues el cinco por ciento mueren a causa de él, sino que el porcentaje de humanos muertos por el susodicho mal es entre el doble y cinco veces mayor. ¿Cómo se las ingenian estos mamíferos para eludirlo? Los investigadores hallaron que los elefantes tienen veinte copias del gen supresor de tumores p53, los humanos sólo una. Además, un grupo de investigadores liderado por Vincent Lynch descubrió otro gen igual de interesante, el factor inhibidor de la leucemia seis (LIF6); su función, cuando es activado por p53, consiste en responder al ADN dañado y producir una proteína que provoca la muerte de las células cancerosas; de nuevo los elefantes nadan en la abundancia pues tienen ocho genes LIF (aunque, hasta ahora, sólo se ha identificado como funcional al LIF6). Los paleontólogos sospechan que este gen zombi surgió en la época, hace unas decenas de millones de años, en que los antepasados de los elefantes tenían el tamaño de las marmotas; y conjeturan que este mecanismo quizá permitió el crecimiento de la especie hasta el tamaño actual. En resumen, los elefantes probablemente no serían tan voluminosos y longevos, sino se hubieran producido estos cambios en los genes de esta especie. 

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