sábado, 6 de abril de 2019

Enanas marrones


Su nombre confundirá al lego lector pues las enanas marrones no son marrones, sino rojas. Con menos masa que las estrellas, pero más que los planetas gigantes (piénsese en Júpiter o Saturno), las enanas marrones se reputaron antaño de escasas: nuevas observaciones y mejores instrumentos nos permiten afirmar que son cuerpos celestes tan comunes, en nuestra galaxia, como las estrellas semejantes al Sol. La distinción entre estrellas y planetas parece clara. ¡Y no sólo es cuestión de tamaño! Las estrellas brillan con luz propia, los planetas reflejan la luz de la estrella a cuyo alrededor giran. Las estrellas tienen masa suficiente para alcanzar en su interior una temperatura mínima que, mediante la fusión del hidrógeno, las mantiene luminosas; y nacen del colapso de gigantescas nubes moleculares de gas y polvo interestelares. Los planetas son demasiado ligeros para iniciar la fusión nuclear, por lo que son fríos; y nacen de los escombros que rodean a las estrellas recién nacidas. A caballo entre las estrellas y los planetas, compartiendo características de unas y otros, se hallan las enanas marrones. Demasiado ligeras -su masa se halla entre doce y setenta y cinco masas jovianas- para alcanzar la temperatura necesaria para iniciar la reacción de fusión del hidrógeno, poseen, sin embargo, la masa suficiente para fusionar deuterio, el isótopo pesado del hidrógeno.
Las enanas marrones recién formadas, mientras consumen el deuterio, brillan como estrellas débiles, emitiendo la mayor parte de la radiación como rayos infrarrojos; terminado el combustible –en poco tiempo-, se enfrían a continuación como los planetas. Por esta razón, las atmósferas de las enanas marrones jóvenes se parecen a las de las estrellas pequeñas, pero a medida que se enfrían, presentan fenómenos meteorológicos, tales como tormentas de polvo, nubes y precipitaciones, similares a los que se observan en los planetas gigantes.
Los astrónomos desean averiguar el origen de estos abundantes astros. Las enanas marrones se forman igual que las estrellas: una gigantesca nube molecular de gas y polvo interestelares colapsa por efecto de la gravedad, pero algo interrumpe el crecimiento de los cuerpos astronómicos: quizá el tamaño diminuto de los fragmentos -pequeñez debida a las turbulencias del gas interestelar-, o quizá la interacción gravitatoria con otros objetos cercanos impide la acumulación de suficiente materia, y lo que iba camino de convertirse en estrella se queda en una enana marrón. ¡Qué le vamos a hacer!

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