Aún
no es rentable, pero la carrera hacia su explotación ha comenzado. Se llamen
clatratos de metano, hidratos de metano o hielos de metano, el nombre no
importa; en el año 2000, se iniciaron los esfuerzos por cuantificar su
abundancia y aprovecharlos como combustible. Se estiman unas reservas que
duplican las conocidas de los combustibles fósiles, repito, duplican la
cantidad global de petróleo, gas natural y carbón sin extraer. Y ya se sabe los
lugares donde existen: en los fondos marinos y en el permafrost de las regiones
polares, o sea en Alaska, Canadá y Siberia.
¿Qué
es un clatrato? Se trata de una sustancia química formada por una red
cristalina de moléculas, habitualmente agua sólida que, en circunstancias
especiales, retiene en su interior moléculas de otras sustancias, sin que haya
enlaces entre las moléculas de la jaula y el huésped. El agua, a temperaturas
muy bajas y presiones muy altas, contiene cavidades capaces de albergar
moléculas de un gas, como el oxígeno, nitrógeno, dióxido de carbono, metano,
sulfuro de hidrógeno, argón o kriptón; celdas que, si están vacías, son
inestables y colapsan para formar hielo convencional. Los químicos ya han
pensado en posibles usos para los clatratos: como una opción de almacenamiento,
de hidrógeno gaseoso, por ejemplo; si bien la elevada presión requerida para
mantener su estabilidad vuelve prohibitiva tal tecnología.
Uno
de ellos, el clatrato de metano (cuya densidad es menor que el agua) se presenta
como un cristal de hielo inflamable; pues si se le acerca una llama, libera el gas
metano de su interior, que arde. Es un compuesto inestable que, al disminuir la
presión o aumentar la temperatura, se descompone espontáneamente en agua y
metano (ciento sesenta y cuatro litros de gas metano, cada litro de clatrato);
ésta es la dificultad que presenta su extracción. La abundancia de los
clatratos de metano en la Tierra es una fuente de preocupación. Si el aumento
de la temperatura oceánica liberara el metano de los depósitos de clatratos, la
temperatura global aumentaría cinco grados; porque además de la cantidad del
gas emitido debe considerarse que el efecto invernadero del metano supera
veinte veces al del dióxido de carbono; los océanos y la atmósfera terrestres
se alterarían como lo hicieron durante la extinción biológica masiva del
Pérmico-Triásico o en el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno: una crisis para
la vida y no digamos para la civilización.
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