Muchos
animales afroasiáticos, incluidas todas las especies de Homo, no pudieron
atravesar el mar para llegar a Australia y América; por ello su fauna
evolucionó de forma autóctona durante millones de años, adoptando formas
diferentes. Hasta hace cuarenta y cinco mil años. En esa época los sapiens construyeron
barcas, aprendieron a gobernarlas y colonizaron Australia. En el continente encontraron
canguros gigantes de dos metros y doscientos kilos, leones marsupiales del
tamaño de tigres, koalas gigantes y diprotodontes -gigantescos uombats marsupiales-
de dos toneladas y media, aves ápteras tan grandes como dos avestruces,
lagartos con aspecto de dragón y serpientes de cinco metros. En pocos milenios,
veintitrés especies terrestres grandes (que pesaban más de cincuenta kilos), de
las veinticuatro originales, se extinguieron; también desaparecieron numerosas
especies pequeñas. Fue la transformación más importante del ecosistema
australiano en millones de años. ¿Quién la promovió?
Los
sapiens llegamos a Australia cuando se produjo la extinción. ¿Acabamos nosotros
con la fauna? ¿O acaso la coincidencia se debe al azar? Vamos a buscar otros
posibles culpables. ¿El clima? La fauna australiana resistió con éxito a todas las
glaciaciones y ciclos de enfriamiento y calentamiento que han ocurrido en el
último millón de años. Si la extinción australiana fuera un acontecimiento
aislado nos concederíamos el beneficio de la duda; pero el registro histórico
demuestra que el Homo sapiens es un despiadado asesino ecológico: cada vez que
los humanos colonizamos una isla (alejada del continente) sucede una extinción
masiva, parecida a la que diezmó la megafauna australiana. Así ocurrió en la
isla ártica de Wrangel: su población de mamuts prosperaba hace diez mil años,
cuando en el resto del mundo los mamuts habían desaparecido; llegaron los
humanos hace cuatro mil años, entonces se extinguieron.
¿Cómo
es posible que el sapiens, armado con la tecnología del paleolítico, pudiese
causar tal desastre? Primer argumento: los animales grandes se reproducen
lentamente y es probable que fuesen fáciles de cazar, pues no habían aprendido
a huir de unos endebles simios, aparentemente no peligrosos. Segunda prueba: cuando
llegaron a Australia, los humanos, mediante el fuego, convirtieron bosques en
praderas más adecuadas a sus necesidades; los Eucaliptos, extraordinariamente
resistentes al fuego y raros en Australia hace cuarenta y cinco mil años, proliferaron
después de nuestra llegada. Tercera evidencia: los cambios climáticos quizá desestabilizaron
los ecosistemas australianos que, en circunstancias normales, se habrían recuperado,
como habían hecho antes, pero los humanos les proporcionaron el golpe fatal.
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