sábado, 5 de enero de 2019

La especie biológica más mortífera


¿Acaso cree el cándido lector que sus antepasados del paleolítico vivían en armonía con la naturaleza? Yerra, antes de la edad contemporánea Homo sapiens ya era la especie causante del mayor número de extinciones biológicas. Hace setenta mil años vivían en el planeta unos doscientos géneros de animales terrestres grandes (pesaban más de cincuenta kilos); hace doce mil el número se había reducido a la mitad: Homo sapiens, nuestra especie, había extinguido la mitad de las grandes bestias antes del invento de la rueda, la escritura o las herramientas de hierro. Y la tragedia se repitió a escala menor después de la invención de la agricultura. La primera ola de colonización de los cazadores recolectores paleolíticos fue unos de los desastres ecológicos mayores y más rápidos ocurridos en el reino animal y los animales más afectados fueron los más grandes; a la primera oleada de extinciones que acompañó a la expansión mundial de los cazadores recolectores, le siguió la segunda de los agricultores: ambas nos proporcionan una importante perspectiva sobre la tercera extinción que la actividad industrial contemporánea está causando en nuestro planeta.
En Australia, América e islas alejadas del continente, el registro arqueológico cuenta la misma historia. La primera escena muestra una megafauna diversa sin restos humanos; en la segunda escena aparecen restos de cerámica, instrumentos líticos y huesos de Homo sapiens; en la tercera escena continúan los sapiens, pero la mayoría de los grandes animales y muchos pequeños han desaparecido. Madagascar: los lémures gigantes y las aves elefantes, que allí medraron, desaparecieron hace mil quinientos años… precisamente cuando los primeros humanos alcanzaron la isla. En las islas del Pacífico la oleada de extinciones comenzó hace tres mil quinientos años cuando los agricultores pioneros llegaron allí por vez primera. Los pioneros maoríes alcanzaron Nueva Zelanda hace ochocientos años, en un par de siglos la mayor parte de la megafauna se había extinguido, junto con seis de cada diez especies de aves. Y desastres similares ocurrieron en casi todas las islas del Atlántico, Índico y Ártico. Muy pocas -las Galápagos- mantuvieron su fauna  intacta.
Quizá si hubiera más personas conscientes de las dos primeras extinciones se mostrarían menos indiferentes ante la tercera, y más drástica, de la que formamos parte. Piense el altruista lector en los grandes animales marinos, ballenas, delfines, atunes y tiburones que no sufrieron las dos primeras extinciones y que pueden desaparecer ahora.

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