¿Acaso
cree el cándido lector que sus antepasados del paleolítico vivían en armonía
con la naturaleza? Yerra, antes de la edad contemporánea Homo sapiens ya era la
especie causante del mayor número de extinciones biológicas. Hace setenta mil
años vivían en el planeta unos doscientos géneros de animales terrestres
grandes (pesaban más de cincuenta kilos); hace doce mil el número se había
reducido a la mitad: Homo sapiens, nuestra especie, había extinguido la mitad
de las grandes bestias antes del invento de la rueda, la escritura o las
herramientas de hierro. Y la tragedia se repitió a escala menor después de la
invención de la agricultura. La primera ola de colonización de los cazadores
recolectores paleolíticos fue unos de los desastres ecológicos mayores y más
rápidos ocurridos en el reino animal y los animales más afectados fueron los
más grandes; a la primera oleada de extinciones que acompañó a la expansión mundial
de los cazadores recolectores, le siguió la segunda de los agricultores: ambas
nos proporcionan una importante perspectiva sobre la tercera extinción que la
actividad industrial contemporánea está causando en nuestro planeta.
En
Australia, América e islas alejadas del continente, el registro arqueológico
cuenta la misma historia. La primera escena muestra una megafauna diversa sin
restos humanos; en la segunda escena aparecen restos de cerámica, instrumentos
líticos y huesos de Homo sapiens; en la tercera escena continúan los sapiens,
pero la mayoría de los grandes animales y muchos pequeños han desaparecido.
Madagascar: los lémures gigantes y las aves elefantes, que allí medraron,
desaparecieron hace mil quinientos años… precisamente cuando los primeros
humanos alcanzaron la isla. En las islas del Pacífico la oleada de extinciones
comenzó hace tres mil quinientos años cuando los agricultores pioneros llegaron
allí por vez primera. Los pioneros maoríes alcanzaron Nueva Zelanda hace
ochocientos años, en un par de siglos la mayor parte de la megafauna se había
extinguido, junto con seis de cada diez especies de aves. Y desastres similares
ocurrieron en casi todas las islas del Atlántico, Índico y Ártico. Muy pocas -las
Galápagos- mantuvieron su fauna intacta.
Quizá
si hubiera más personas conscientes de las dos primeras extinciones se
mostrarían menos indiferentes ante la tercera, y más drástica, de la que formamos
parte. Piense el altruista lector en los grandes animales marinos, ballenas,
delfines, atunes y tiburones que no sufrieron las dos primeras extinciones y
que pueden desaparecer ahora.
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