Summer,
Egipto, China y la cultura del valle del Indo son las civilizaciones más
antiguas; los escritos de las tres primera pueden leerse, no los de la cuarta, indescifrables
hasta la fecha; no obstante, sabemos que los harappeos -así se llamaban sus
habitantes- domesticaron la gallina, tal vez inventaron el ajedrez,
descubrieron una fuente de energía no muscular, el molino de viento, quizá
cultivaron el arroz y cosecharon el algodón. Pericles, Sócrates y los demás griegos
–a pesar de su sabiduría- desconocieron el algodón hasta la época de Alejandro
Magno; lo sabemos porque un contemporáneo suyo escribió, suponemos que
admirado, "hay árboles [en la India] donde crece la lana”. Del entrañable cultivo
de algodón, el hilo del razonamiento me conduce al universo de los tejidos,
aunque tengo que aclarar a qué clase de tejidos me refiero porque en nuestro
idioma hay, por lo menos, dos significados del vocablo: el biológico y el
textil. Al primero me voy a referir.
A
medida que un animal o planta se desarrolla, la mayor parte de sus células se
especializa, es decir, despliega la capacidad de realizar especialmente bien
alguna función vital. Un tejido es, entonces, el conjunto de células de un ser
vivo que cooperan para llevar a cabo una o varias funciones específicas dentro
de un organismo; los tejidos, a su vez, también se asocian, para formar órganos
y éstos para constituir sistemas.
Tal
vez porque nosotros pertenecemos al reino animal, los tejidos (nervioso,
muscular o epitelial) nos son conocidos, no sucede lo mismo con los vegetales. En
el paleozoico, las plantas dejaron el mar y conquistaron la tierra; el nuevo medio
ofrecía ventajas: más luz y dióxido de carbono; pero también inconvenientes: los
relacionadas con la obtención de agua, con la posición erguida y con la
dispersión de las semillas en el aire. Para solventarlos, las plantas formaron
tejidos complejos: los tejidos vegetales de protección, como la epidermis,
permiten resistir la sequedad del ambiente, controlar la transpiración del agua
y regular el intercambio gaseoso; dos tejidos conductores transportan el
agua y las disoluciones por la planta; el parénquima, que hace la fotosíntesis y
sirve de almacén de sustancias, constituye una gran proporción de los tejidos
vegetales vivos; para mantenerse erguidas, las plantas tienen dos tejidos de
sostén; finalmente, los meristemos son tejidos que, además de formar los
embriones de las semillas, están activos durante toda la vida del vegetal,
permitiendo así su crecimiento.
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