Para
el escritor flor y veneno podrían representar un oxímoron: los arquetipos de
belleza o armonía respaldan a una, el dolor y la muerte se asocian al otro. Sin
embargo, algunas flores que admiramos son venenosas.
Los
narcisos, populares habitantes del hogar, contienen norbelladina, que presenta una
actividad antioxidante y antiinflamatoria, y es precursora de otros alcaloides
tóxicos, como la lycorina y galanthamina. No sólo los suicidas comen los bulbos
de los narcisos, también lo hacen los tragaldabas, que se envenenan al confundirlos
con puerros o cebollas; afortunadamente se recuperan en unas horas si no
ingirieron grandes cantidades. El peligro no sólo llega por la boca, el contacto
con la flor puede ocasionar incómodas dermatitis -picazón del narciso- entre
los floristas y jardineros que los manipulan. Su nombre se debe a sus propiedades
narcóticas.
Los
crisantemos –emblemas del Japón- contienen piretrinas, unos insecticidas
biodegradables cuyo uso se remonta al Egipto de los faraones; desde tan lejana época
hasta la Segunda Guerra Mundial fueron los insecticidas más usados. Aunque poco
tóxicas, su uso continuado puede tener efectos nocivos para nosotros.
Íconos
de la dulzura, las azaleas y rododendros pertenecen al mismo género vegetal;
sin embargo, contienen grayanotoxina en el polen y el néctar de sus flores, por
lo que la miel procedente de estas plantas es venenosa. Nos consta que los primitivos
lugareños de la cuenca del Mar Negro usaron la miel, hace más de dos milenios, como
arma contra los ejércitos de Jenofonte y de Pompeyo. A pesar de los problemas cardiovasculares
que provoca, la intoxicación raramente es fatal y suele durar menos de un día.
Las
hortensias contienen hydrangina (o umbeliferona), un glucósido cianogénico que,
cuando se rompe, libera el mortal cianuro de hidrógeno. A principios de 2014, nos
enteramos de una insólita práctica entre jóvenes de Francia y Alemania; fumar
porros de hortensia; sus protagonistas alegan que sus efectos se parecen a los
del cannabis. Debemos recordar a esos imprudentes fumadores que, dependiendo de
la dosis, los tóxicos –la hydrangina lo es- pueden matar.
Dedicamos
al ricino, un florido arbusto fácil de cultivar en los jardines, el último
comentario. Además del aceite de ricino, reputado purgante, se extrae de sus
semillas la peligrosa ricina; usada como arma química, esta proteína es una de
las toxinas más potentes que se conocen: considérese que la ingestión de sólo cuatro
semillas mata a una persona.
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