sábado, 15 de diciembre de 2018

Flores y venenos


Para el escritor flor y veneno podrían representar un oxímoron: los arquetipos de belleza o armonía respaldan a una, el dolor y la muerte se asocian al otro. Sin embargo, algunas flores que admiramos son venenosas.
Los narcisos, populares habitantes del hogar, contienen norbelladina, que presenta una actividad antioxidante y antiinflamatoria, y es precursora de otros alcaloides tóxicos, como la lycorina y galanthamina. No sólo los suicidas comen los bulbos de los narcisos, también lo hacen los tragaldabas, que se envenenan al confundirlos con puerros o cebollas; afortunadamente se recuperan en unas horas si no ingirieron grandes cantidades. El peligro no sólo llega por la boca, el contacto con la flor puede ocasionar incómodas dermatitis -picazón del narciso- entre los floristas y jardineros que los manipulan. Su nombre se debe a sus propiedades narcóticas.
Los crisantemos –emblemas del Japón- contienen piretrinas, unos insecticidas biodegradables cuyo uso se remonta al Egipto de los faraones; desde tan lejana época hasta la Segunda Guerra Mundial fueron los insecticidas más usados. Aunque poco tóxicas, su uso continuado puede tener efectos nocivos para nosotros.
Íconos de la dulzura, las azaleas y rododendros pertenecen al mismo género vegetal; sin embargo, contienen grayanotoxina en el polen y el néctar de sus flores, por lo que la miel procedente de estas plantas es venenosa. Nos consta que los primitivos lugareños de la cuenca del Mar Negro usaron la miel, hace más de dos milenios, como arma contra los ejércitos de Jenofonte y de Pompeyo. A pesar de los problemas cardiovasculares que provoca, la intoxicación raramente es fatal y suele durar menos de un día.
Las hortensias contienen hydrangina (o umbeliferona), un glucósido cianogénico que, cuando se rompe, libera el mortal cianuro de hidrógeno. A principios de 2014, nos enteramos de una insólita práctica entre jóvenes de Francia y Alemania; fumar porros de hortensia; sus protagonistas alegan que sus efectos se parecen a los del cannabis. Debemos recordar a esos imprudentes fumadores que, dependiendo de la dosis, los tóxicos –la hydrangina lo es- pueden matar.
Dedicamos al ricino, un florido arbusto fácil de cultivar en los jardines, el último comentario. Además del aceite de ricino, reputado purgante, se extrae de sus semillas la peligrosa ricina; usada como arma química, esta proteína es una de las toxinas más potentes que se conocen: considérese que la ingestión de sólo cuatro semillas mata a una persona.

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