Existen
tres motivos distintos para sudar. Sudé cuando, haciendo el camino de Santiago,
subía los puertos de montaña en bicicleta; o después de una veloz carrera jugando
al fútbol, o durante un combate de karate. Sudé también en Madrid durante un caluroso
verano, y en Sevilla, maravillosa ciudad en primavera, algo menos en el tórrido
estío. No recuerdo, sin embargo, haber transpirado en alguna de la media docena
de situaciones de intenso estrés en la que me hallé inmerso a lo largo de la
vida.
Tres
millones de glándulas sudoríparas, distribuidas por todo el cuerpo y que
desembocan en los poros de la piel, producen el sudor. Las glándulas sudoríparas
ecrinas, abundantes y concentradas en
las palmas de las manos, plantas de los pies y en la frente, desembocan
directamente al exterior y segregan un litro diario de sudor cuando
permanecemos en reposo, o, entre setecientos mililitros y litro y medio, cada
hora, durante un esfuerzo. El contenido de las glándulas sudoríparas apocrinas,
escasas y localizadas en las axilas, perineo, pubis, párpados y conducto
auditivo externo, sale al exterior, junto con el sebo producido por las
glándulas sebáceas, en forma de emulsión hidrolipídica, que evita que se
deshidrate la piel y es responsable de su suavidad.
El
sudor contiene agua, un noventa y ocho por ciento; también sales minerales,
ácido úrico, amoníaco, urea, vitamina C, ácido láctico (que atrae a los
mosquitos), y varias sustancias complejas: como el ácido urocánico, un filtro
natural que nos protege de la radiación solar, las feromonas y la dermicidina,
un antibiótico más eficaz que los hoy utilizados. Y hago este afirmación porque
las bacterias no desarrollan resistencia contra ella; ya se ha comprobado que
destruye las Mycobacterium tuberculosis, bacterias responsables de la
tuberculosis, y las Staphylococcus aureus, bacterias de la piel principales
causantes de las infecciones intrahospitalarias. No, el sudor por sí mismo no
huele, aunque algunas de las sustancias excretadas, al ser descompuestas por
las bacterias externas, generan olores molestos.
Además
de mantener la temperatura corporal constante, que es su función principal, el
sudor puede ser una vía para eliminar toxinas del organismo: como el arsénico,
cadmio, plomo y mercurio; o el bisfenol-A (BPA): se comprobó que dieciséis, de los
veinte participantes en un experimento, lo eliminaron en el sudor; quizá también
podrían eliminarse los piroretardantes y ftalatos. De esta función deduzca el juicioso
lector las virtudes de la sauna y de la práctica de los deportes.
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