El
descubrimiento científico más importante del año 2017 es, según la prestigiosa revista
Science, la detección de ondas gravitacionales procedentes de la fusión de dos
estrellas de neutrones. La historia comenzó en 2015, cuando se logró la primera
detección directa de tales ondas, predichas por la teoría de la relatividad de
Einstein; igual que una piedra arrojada sobre un estanque genera ondas, los
objetos muy masivos acelerados a velocidades extremas generan perturbaciones, que
recorren el espacio-tiempo a la velocidad de la luz y pueden ser detectadas en
la Tierra. Eso hizo el observatorio de ondas gravitacionales LIGO: midió el
ínfimo cambio en el espacio-tiempo provocado por la fusión de dos agujeros
negros estelares lejanos. Se acababa de inaugurar una nueva era de la
Astrofísica: no solo se podían detectar algunas partículas (rayos cósmicos) y observar
las diferentes radiaciones electromagnéticas, también se iban a escuchar las
ondas gravitacionales procedentes del espacio.
En
2017, los observatorios LIGO y Virgo, detectaron la fusión de dos agujeros
negros; enormes objetos que, al unirse, generan metafóricos rugidos detectables
en la Tierra como ondas gravitacionales. Pero lo mejor estaba por llegar; si
bien se habían captado las ondas gravitacionales procedentes de los agujeros
negros, estos objetos resultan invisibles para los telescopios. Los científicos
pretendían captar las ondas gravitacionales de algo que pudieran ver, porque esperaban
aprender más de los fenómenos astronómicos si a la vista añadían el oído. En
2017 lo consiguieron: los observatorios LIGO y Virgo detectaron ondas
gravitacionales y el telescopio espacial Fermi captó un estallido de rayos
gamma que, se sospecha, se originó en la fusión de dos estrellas de neutrones,
y las señales procedían del mismo lugar. En cuestión de minutos más de tres mil
astrónomos de todo el mundo se dispusieron a observar este fenómeno astrofísico,
que se convirtió en el más estudiado de la historia. La fusión, nombrada
GW170817 y situada a ciento treinta años-luz de distancia, envió a la Tierra ondas
gravitacionales, luz y otras radiaciones electromagnéticas. Se había inaugurado
una nueva Astrofísica: ver con telescopios y escuchar las ondas gravitacionales
de lo que sucede en el universo. Y todavía esperamos ampliar nuestros
conocimientos cuando, con el observatorio IceCube, detectemos también los
neutrinos emitidos por el mismo fenómeno astronómico: cuando esto suceda habremos
añadido a la vista y oído la degustación. ¡No podía ser de otra manera!
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