En
España y en el pasado, eran relativamente frecuentes las epidemias de viruela,
cólera, difteria, tifus, fiebre amarilla, sarampión, escarlatina o paludismo; en
concreto, a principios del siglo XX, la tuberculosis era una de las primeras
causas de mortalidad. En el siglo XXI hemos detenido aquellas epidemias pretéritas;
las enfermedades cardiovasculares son hoy la primera causa de óbitos: más de ciento
veinte mil españoles mueren debido a ellas, casi uno de cada tres decesos
anuales; y no sólo aquí, diecisiete millones y medio de defunciones, que
representan el treinta y uno por ciento del total, se registran en nuestro
planeta.
Procedamos
a informarnos del riesgo, que esa es la primera tarea que debe hacer la persona
prudente. Las enfermedades cardiovasculares constituyen un grupo de desórdenes
del corazón y de los vasos sanguíneos; especialmente de los que irrigan el
músculo cardiaco, el cerebro y los brazos y piernas: el ictus, el infarto de
miocardio y la angina de pecho son las más peligrosas. Tanto el infarto (del músculo
cardíaco) como la angina afectan a las arterias coronarias, en aquél se
obstruye por completo el vaso que suministra sangre al corazón, en ésta la
obstrucción es parcial: uno es agudo, mortal si no se trata de inmediato, la
otra es crónica, una enfermedad perenne; en el ictus (accidente
cerebro-vascular, infarto cerebral, derrame cerebral o apoplejía son sinónimos),
o bien disminuye el flujo sanguíneo de un vaso cerebral, o bien se rompe y origina
una hemorragia posiblemente mortal.
Volvamos
a España: mil ciento sesenta compatriotas murieron en accidentes de tráfico durante
el 2016; casi seis mil en 1989, el máximo histórico. Se gastó mucho dinero en
propaganda para reducir la mortalidad anual en cinco mil personas: parece una
buena inversión. Ahora bien, ¿por qué no se hace lo mismo para evitar las
enfermedades cardiovasculares, si mueren más de cien mil personas cada año? Recordemos
que el ochenta por ciento de las enfermedades del corazón y hasta el noventa
por ciento de los infartos podrían prevenirse si llevásemos un estilo de vida
más saludable, realizando más ejercicio y vigilando nuestra dieta; porque
sabemos que el tabaco, la obesidad y el consumo de alcohol son factores de
riesgo.
Epicúreo
lector, si tiene la presión arterial alta, es obeso o tiene azúcar en la
sangre. ¡Preocúpese! Su salud peligra.
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