Los
químicos saben que no hay más de un centenar largo de átomos diferentes en la
naturaleza; y casi todos ellos tienen una curiosa propiedad: les gusta unirse
entre sí. Lo hacen formando grupos autónomos de unos cuantos átomos, que han
llamado moléculas. El átomo de oxígeno, del aire que respiramos, nunca se halla
sólo: forma una pareja con otro, y así lo hallamos en la atmósfera, como
molécula de oxígeno. ¿Cómo lo hace? Los átomos contienen en su corteza
electrones que actúan como pegamento de unión. No siempre se unen parejas; el
ozono, que nos protege de los peligrosos rayos ultravioleta, está constituido
por moléculas que contienen tres átomos de oxígeno. Los átomos que se unen
tampoco tienen que ser iguales: la molécula de una de las sustancias más característica
de nuestro planeta, el agua, está formada por un trío de átomos, concretamente
dos hidrógenos y un oxígeno. Un cuarteto y quinteto atómicos famosos son las
moléculas de amoníaco, que tan mal huele, y de metano, componente del gas natural.
Por supuesto, hay moléculas mayores: de nueve átomos, como el etanol, el
alcohol responsable de las muertes de jóvenes en la carretera, o de algunos
miles de átomos como la molécula de hemoglobina que da color rojo a la sangre o
el colágeno, la proteína más abundante del cuerpo humano.
Las
moléculas pequeñas, de dos o tres átomos, suelen encontrarse en estado gaseoso,
es habitual que moléculas medianas, como el octano de la gasolina, formen
líquidos y que las grandes, como la sacarosa, la gelatina y la cera,
permanezcan en estado sólido. Esta generalización no es todo lo buena que
debiera, y el agua constituye la excepción más flagrante, porque si bien es
verdad que las moléculas grandes suelen formar sólidos, las moléculas pequeñas,
dependiendo de la clase de átomos que las compongan pueden hallarse en los tres
estados: aminoácidos como la glicina o triptófano y azúcares como la glucosa o
fructosa forman hermosos cristales, al contrario que el venenoso alcohol
metílico o el ácido acético del vinagre que permanecen líquidos. Todavía hay
otra consideración que debiera hacerse: incluso las sustancias formadas por las
moléculas más pequeñas, que constituyen los gases habituales, si se enfrían lo
suficiente, se solidifican. Los químicos han observado en la naturaleza enormes
rocas hechas de aire sólido, de nitrógeno concretamente, su componente
mayoritario: viaje a Tritón el lector escéptico, y allí, en el satélite del
planeta Neptuno, podrá comprobarlo.
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