sábado, 23 de diciembre de 2017

Generación espontánea de los seres vivos


Comprobemos, una vez más, que las apariencias engañan. Aristóteles, hace más de dos mil años, describió el fenómeno: en un trozo de carne en descomposición aparecen larvas de mosca y gusanos. De la observación, el sabio griego dedujo que algunos seres vivos surgen espontáneamente de la materia orgánica: la explicación resultaba impecablemente lógica; los eruditos posteriores la aceptaron durante milenios, incluso sabios como Isaac Newton y René Descartes. Afortunadamente, entre los científicos abundan los escépticos. Uno de ellos, Francesco Redi, en el siglo XVII, se propuso contradecirla; y para ello recurrió a un experimento. Puso carne en ocho frascos: la mitad permaneció abierta, selló los demás. En los frascos abiertos observó moscas y, después de un corto período de tiempo, gusanos; no sucedió lo mismo en los frascos cerrados. Concluyó que los gusanos aparecían sólo si las moscas habían puesto huevos. La falta de aire en los frascos sellados evita la generación espontánea, alegaron sus detractores. Redi entonces mejoró su experimento: empleó gasas, que permiten la entrada del aire, para tapar los frascos: obtuvo el mismo resultado. El asunto parecía zanjado hasta que John Turberville Needham respondió con otro experimento: calentó caldo de carne en unos recipientes y los selló; tras abrirlos aparecieron microorganismos; el investigador creía haber demostrado que la vida surge de la materia no viviente. No tardó la contrarréplica. Lazzaro Spallanzani, prolongando el periodo de calentamiento para lograr la esterilización y cerrando herméticamente los recipientes, comprobó que los caldos no generaban microorganismos. En la primera mitad del siglo XIX, Louis Pasteur aportó la prueba definitiva. Metió caldo de carne en frascos e hirvió para eliminar los microorganismos presentes. Pero no se trataba de frascos cualesquiera; todos tenían cuellos muy alargados, forma de S y terminaban en una apertura pequeña; la forma de cuello de cisne permitía que entrase el aire, aunque impedía que lo hiciesen los microorganismos, que se quedaban en la parte baja del tubo de entrada. Pasado un tiempo observó que ninguno de los caldos mostraba señales de la presencia de microorganismos. A continuación, cortó el tubo de entrada de uno de ellos; el matraz abierto tardó poco en descomponerse, mientras que el cerrado permaneció incólume. Pasteur había demostrado de manera concluyente que los microorganismos no se generan de forma espontánea; todo ser vivo procede de otro ser vivo. El escritor conoce a quien todavía no se lo cree... 

5 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

La superstición y la ignorancia científica, desgraciadamente, son más abundantes de lo que sospechas; no sólo los astrólogos, los lectores de horóscopos, quienes ignoran la evolución darwiniana o la realidad del calentamiento global o no creen en las vacunas. Más sorprendente todavía, el escritor conoció, hace años, a un profesor universitario que no creía que los humanos hubiesen llegado a la Luna.

Saludos cordiales

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

La bondad de las vacunas es un tema fuera de discusión. Cada uno puede creer en ellas o no: vivimos en una sociedad libre y se puede creer lo que se quiera; pero que las vacunas salvan vidas es algo perfectamente comprobado.

Te lo diré de otra manera alguien puede creer o no en los átomos… pero los átomos existen; alguien puede creer o no en que la Tierra es plana… pero la Tierra es esférica; alguien puede creer que el Sol gira alrededor de la Tierra inmóvil… pero el planeta se mueve.

Las vacunas no es un tema de creencias, sino de realidades.

Saludos

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

En otro lugar de este blog discutí extensamente las razones por las que sostengo la teoría de que los virus no son seres vivos. En resumen, todo depende de cómo definamos los seres vivos. Pero nadie duda de que los priores no son seres vivos: son proteínas; tampoco nadie duda que las bacteria sí son seres vivos.

Dicho lo anterior, afirmo con contundencia que los coronavirus, por mucho que algunos periodistas les llamen bichos, no lo son: no cabe duda alguna. Los bichos, cualquier bicho, pertenecen al reino animal y ningún científico cuerdo sostiene que los virus pertenecen la reino animal.

Saludos

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º La aparición de las células eucariotas (células con núcleo que tienen los animales, vegetales y hongos) ocurrió hace entre mil quinientos y dos millones de años, mil quinientos millones de años después de que aparecieron las primeras células procariotas (bacterias y arqueas). Fíjate que durante mil quinientos millones de años, nada menos, sólo existieron bacterias (y semejantes), como únicos representantes de la vida en el planeta. Y las bacterias primitivas se reproducían como lo hacen ahora.

2º Los microorganismos que ves moviéndose en el microscopio probablemente son protozoos, no bacterias.

Saludos

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Si te gustan los microbios y la lectura, prueba a leer "Cazadores de microbios" de Paul de Kruif, un libro clásico y apasionante cuyo título indica la materia sobre la que versa.

Saludos