La
teoría de juegos es una rama de las matemáticas que examina el comportamiento de
las personas que tienen que tomar decisiones ante un dilema; y las consecuencias
de las decisiones varían dependiendo de lo que disponga el otro contendiente. Sobre
este enrevesado asunto versa un estudio publicado en la revista Science
Advances -en 2016- por Anxo Sánchez, Yamir Moreno, Josep Perelló y Jordi Duch. Los
investigadores analizaron el comportamiento de varios cientos de voluntarios
ante un centenar de dilemas sociales, con opciones de colaborar o perjudicar a
los demás. Posteriormente clasificaron a los individuos según el comportamiento
que habían mostrado. La novedad consiste en que todas las clasificaciones
previas prefijaban las clases de comportamiento antes del experimento, en lugar
de dejar que sea un sistema externo el que clasifique a posteriori las personas
mediante un algoritmo informático, y establezca de forma imparcial los grupos
más lógicos. El ordenador agrupó al noventa por ciento de la población en
cuatro tipos de personalidad: los envidiosos, que constituyen el grupo
mayoritario, el treinta por ciento de la
población, son aquellos a los que no les importa la ganancia obtenida, siempre
que sea superior a la de los demás; los optimistas, que representan al veinte
por ciento, deciden pensando que el otro va a escoger lo mejor para ambos; los
pesimistas, también el veinte por ciento, eligen la opción menos mala porque
creen que el otro les perjudicará; y los confiados, otro veinte por ciento, cooperan
siempre, ganen o pierdan. Un quinto grupo indefinido (diez por ciento), que el
algoritmo no pudo clasificar, abarca personas que no responden a ninguno de los
patrones anteriores. Lo realmente curioso es que el algoritmo informático podría
haber obtenido un amplio número de grupos y, sin embargo, ha proporcionado una
clasificación con sólo cuatro tipos de caracteres.
Intentaré
explicar la clasificación mediante una analogía: dos personas pueden cazar jabalíes
si permanecen juntas, pero solas sólo pueden cazan liebres. El envidioso
elegiría cazar liebres, para evitar que el otro le iguale; el pesimista, liebres
porque así se asegura que tiene algo; el optimista, jabalíes porque es lo mejor
para ambos; y el confiado, que coopera siempre, jabalíes.
Concluyo
recordando que la capacidad de predecir el comportamiento humano en los
procesos de negociación es una herramienta útil, tanto para las empresas como
para los gobiernos o para la gestión de cualquier organización. ¿Alguien lo
duda?
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