sábado, 23 de julio de 2016

Vitamina D, precursora hormonal


El escritor aborrece las sandeces astronómicas que, a veces, asoman en la red: si en un mismo mes aparece una segunda luna llena, se verá azul. ¡Falso! La Luna se percibe blanca, como cualquier noche. Sin embargo, en circunstancias excepcionales, la Luna puede columbrarse azul: después de una erupción volcánica (Krakatoa en 1883, Santa Helena en 1980 o Pinatubo en 1991) o de enormes incendios forestales. Ambos fenómenos producen partículas micrométricas -el tamaño de la longitud de onda de la luz roja- que actúan como filtros rojos y dejan pasar únicamente el color azul. Pero la acción de la luz solar sobre algunas biomoléculas nuestras resulta más interesante que sobre el polvo. Concretamente, la exposición de la piel a luz solar ultravioleta convierte en vitamina D3 a una molécula precursora parecida al colesterol. La vitamina no es activa, pero dos reacciones químicas sucesivas, la primera en el hígado y la segunda en el riñón, la convierten en una hormona. Y digo hormona, porque actúa en lugares alejados del sitio de su síntesis, particularmente, en el intestino delgado, donde promueve la absorción del calcio, y en los huesos y cartílagos, donde regula el metabolismo de calcio y fósforo. Resulta innecesario proporcionar vitamina D en la dieta siempre que la piel se exponga al Sol; media hora de insolación directa diaria sobre las mejillas es suficiente para producir la cantidad de vitamina diaria mínima.

Esta singular vitamina también interviene en el color de la piel. Probablemente nuestros antecesores tuviesen la piel oscura; pero, a medida que emigraron de su origen en el trópico hacia el norte, los pigmentos oscuros cutáneos, que actuaban como filtros de la radiación ultravioleta, impedían la síntesis suficiente de la vitamina. La selección genética hacia una piel más clara entre los pueblos nórdicos resolvió la deficiencia; selección que no sucedió entre los esquimales, porque ellos consumen una dieta de pescado rica en la vitamina.

Cuando los biólogos creían conocer todas las funciones de la vitamina D nuevas investigaciones han deparado inesperadas sorpresas. Tatsuo Suda descubrió que las células malignas de leucemia detenían su crecimiento al añadir la hormona procedente de la vitamina D. S. C. Manolagas halló una función inmunosupresora de la misma hormona; y S. Yang corroboró que fuertes dosis de ella impiden la inflamación. Por último, Michael F. Holick ha mostrado que la aplicación sobre la piel de la hormona de la vitamina D es efectiva contra la psoriasis. La investigación continúa.

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