No
hace mucho tiempo he vuelto a visitar la catedral de León, y de nuevo me ha
entusiasmado. Mil setecientos sesenta y cuatro metros cuadrados de vidrio coloreado,
entre ventanales y tres grandes rosetones, brillan esplendorosos con la luz del
Sol; su diseño la hace una de las construcciones más espirituales del orbe. Quizá,
junto con la catedral de Chartres, posea el conjunto de vidrieras más
importante del mundo. En la época medieval las vidrieras de la catedral francesa
tenían un espesor uniforme; hoy, debido a que el vidrio ha fluido por efecto de
la gravedad, el espesor de la parte inferior de la vidriera duplica el de la parte
superior.
El
impaciente lector que quiera contemplar sustancias con propiedades reológicas
peculiares no necesita esperar siglos a que fluya el vidrio, le basta con
fijarse en las gomas; porque la goma arábiga, el tragacanto, el guar y el
garrofín, al disolverse en agua, dan disoluciones viscosas con una consistencia
similar a la gelatina. Se trata de polisacáridos, indigeribles, semejantes
metabólicamente a la fibra dietética y útiles en la industria alimentaria para
estabilizar suspensiones de pulpa de frutas en bebidas, postres, helados y salsas,
también para estabilizar la espuma de la cerveza, la nata montada, o para clarificar
vinos. Algunas son el resultado de una incisión al árbol, que segrega
sustancias que cubren y protegen la herida como si fuese un vendaje (goma arábiga,
tragacanto); otras, como el guar y la goma algarrobo (o garrofín), se obtienen
de semillas; y hay alguna, como el xantano, que es producida por bacterias.
Si
bien la mayoría de las gomas de mascar actuales contienen el acetato de
polivinilo, sintético, hasta hace poco tiempo utilizaban chicle, la goma que se
obtiene de la savia del chiclero (Manilkara zapota), árbol al que deben su
nombre popular. No todas las gomas se utilizan en la alimentación; el xantano se
emplea en cosmética, dentífricos y en la industria farmacéutica; el guar se ha
convertido en ingrediente para la extracción de petróleo mediante la fracturación
hidráulica de rocas; y la goma arábiga la usaban los antiguos egipcios para hacer
momias, nada menos. Por último, sería imperdonable olvidarnos del caucho, que
se obtiene mediante el sangrado del árbol Hevea brasiliensis y con el que se
fabrican gomas de borrar, impermeables y neumáticos; la fiebre del caucho, de
infausto recuerdo, trajo mucha riqueza a Brasil desde 1879 a 1912, y también genocidio,
esclavitud y torturas a los indígenas amazónicos.
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