sábado, 19 de diciembre de 2015

Telescopios: del ojo desnudo al detector de ondas gravitatorias


Hace dos milenios y medio de años la observación del cielo con el ojo desnudo había proporcionado datos astronómicos suficientes como para establecer teorías sobre el universo basadas en la razón y no en el mito. En la época de Galileo Galilei (siglos XVI-XVII), con los nuevos datos aportados por los primeros telescopios astronómicos se perfeccionó el modelo del universo: la Tierra giraba en el espacio alrededor del Sol. Más adelante, en el siglo XX, los instrumentos proporcionaron información no sólo de la luz visible que emitían los astros, sino de toda la radiación electromagnética: se detectaron las ondas de radio y las microondas, los rayos ultravioleta, los infrarrojos, los rayos X y los gamma. Con los datos obtenidos, el cosmos, que para Newton o Laplace abarcaba únicamente la Vía Láctea, se amplió de una manera inimaginable: el radio del universo observable necesita hoy de un número de veintisiete cifras para escribirse.

En el siglo XXI, los astrónomos pretenden detectar señales astronómicas distintas a la radiación electromagnética. A principios del siglo pasado comenzaron a captarse las partículas subatómicas que provienen del espacio exterior denominadas rayos cósmicos, las partículas más energéticas de la naturaleza; los primeros detectores se colocaron en globos y satélites, hoy, en el observatorio Pierre Auger, construido en Argentina, se pretende observar radiación cósmica billones de veces más energética. Ha comenzado ya la astronomía de neutrinos: el telescopio Kamiokande ha detectado los neutrinos de la supernova 1987A y los neutrinos emitidos por el Sol; su sucesor, el Super-Kamiokande, utiliza un detector de cincuenta mil toneladas de agua, el IceCube, situado en el Polo Sur, un kilómetro cúbico. Y todavía falta captar las ondas gravitacionales predichas por Einstein… si existen; nadie las ha detectado, pero se sospecha que se producen en los choques de galaxias, en explosiones de supernovas o en la formación de agujeros negros, y también en los primeros instantes del universo: debe existir, por lo tanto, un fondo de ondas gravitacionales, análogo a la radiación de fondo de microondas. Telescopios ubicados en distintos lugares de la Tierra compiten por ser los primeros en detectar estas evasivas ondas: el LIGO en Estados Unidos, el VIRGO en Italia, el TAMA en Japón o el GEO en Alemania; no me olvido del LISA, el futuro detector espacial de ondas gravitacionales.

¿Qué sorprendentes conocimientos nos aguardan cuando funcionen a pleno rendimiento todos estos telescopios?

No hay comentarios: