sábado, 14 de noviembre de 2015

Alimentos y lectinas


La bioquímica se ha convertido en la lengua franca de las ciencias de la vida e ilumina el estudio de cualquier área de la biología. La ciencia bioquímica también interesa desde un punto de vista más amplio: porque la preocupación por la salud de la humanidad será cada vez mayor en el futuro; por las implicaciones sociales de la genética química; porque el crecimiento de la población mundial y la demanda cada vez mayor de alimentos, materias primas y energía inciden en los delicados equilibrios de la biosfera, y porque cada vez es más frecuente que la sociedad deba adoptar decisiones en las que entran en conflicto principios biológicos con los intereses políticos, industriales o éticos. Por todas estas razones -arguye el profesor Albert Lehninger- el conocimiento de la bioquímica resulta útil para todos los ciudadanos, cualquiera que sea su profesión. Pretendo justificar, con tan larga exposición, mi afición a leer libros de esta ciencia. En ellos me topé con las lectinas, unas proteínas que inventaron los organismos que no tienen sistema inmune -las plantas e invertebrados- para protegerse. ¿Qué hacen estas nobles moléculas? Se unen a las superficies de las células y, en consecuencia, intervienen en el reconocimiento celular. Su capacidad para distinguir glóbulos rojos de los tipos A, B y O nos muestra su especificidad y utilidad; porque, como si fueran anticuerpos, se unen a los glóbulos rojos aglutinándolos. El interés por la función que ejercen estas sustancias se acrecienta si recordamos que también otras células, además de las células sanguíneas, poseen proteínas específicas sobre su superficie; a ello se debe que, para trasplantar un órgano, se necesite que el tipo de tejido del donante sea idéntico al del receptor.

Las lectinas quedarían probablemente alejadas del interés del gastrónomo si no irritasen a las células del intestino delgado y provocasen un exceso de secreción de moco, con deterioro de la capacidad de absorción. Si se consumen alimentos crudos que las contengan pueden producir diarrea, náuseas, hinchazón, vómitos, incluso la muerte (si se toma ricina). ¿Qué alimentos contienen estas sustancias, se preguntará el preocupado lector? Abundan en las legumbres (garbanzos, guisantes, habas, la soja especialmente) y menos en los cereales y frutos secos con cáscara. Un pequeño consuelo: la cocción destruye las lectinas.

Apesadumbrado por el efecto fisiológico de estas desconocidas sustancias abandono la escritura para irme a degustar… un exquisito potaje de garbanzos. 

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