Carl
Sagan y muchos astrónomos interpretan el número de estrellas y planetas de
nuestra galaxia -unos doscientas mil millones- como una indicación de que la
Vía Láctea debería cobijar otras vidas inteligentes. Frank Drake, resolviendo
una ecuación propuesta por él, estimó en diez el número de civilizaciones
extraterrestres, otros investigadores han dado números mayores. No obstante,
Enrico Fermi, en 1950, argumentó que la creencia de que el universo posee
numerosas civilizaciones tecnológicas contradice nuestras observaciones que
denotan su ausencia evidente. La discrepancia –conocida como paradoja de Fermi-
sugiere que o bien nuestros conocimientos o bien nuestras observaciones son
defectuosas.
Si
somos únicos en nuestra galaxia (hipótesis compartida por el escritor), ¿se
trata de una dificultad biológica o astronómica? En 2014 Tsvi Piran y Raúl
Jiménez se inclinaban por la segunda explicación.
Argumentan que se había subestimado los efectos de las explosiones de rayos
gamma; recuerdo al profano lector que este fenómeno, uno de los más violentos
del universo, se desencadena, probablemente, cuando una estrella colapsa en un
agujero negro o bien cuando chocan dos estrellas de neutrones. Si una erupción de
rayos gamma ocurriera en la Vía Láctea y estuviera lo suficientemente cerca y
apuntando nuestra dirección –estiman- afectaría a la biosfera. A una distancia
de un kiloparsec (el centro de la galaxia se encuentra a ocho) destruiría hasta
la mitad de la capa de ozono y su impacto sobre la biosfera podría desatar una
extinción en masa.
A
pesar que se trata de una contingencia relativamente rara, en una galaxia
típica acontece una cada varios millones de años, por eso todas las halladas hasta
ahora se han observado fuera de la Vía Láctea, Piran y Jiménez han calculado que
existe una probabilidad del cincuenta por ciento de que un fenómeno semejante haya
alcanzado la Tierra en los últimos quinientos millones de años; probabilidad
que asciende a noventa si el intervalo de tiempo abarca la existencia de
nuestro planeta. Pero los investigadores van más allá: deducen que sólo las
regiones más externas de las grandes galaxias —como la que ocupa nuestro sistema
solar— serían habitables y que la vida sólo habría podido comenzar hace cinco
mil millones de años.
Sí,
tal vez la mayor parte de la galaxia sea mucho más hostil a la vida de lo que se
pensaba hasta ahora y los humanos seamos la primera civilización tecnológica en
la Vía Láctea, quizá.
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