Declaro me admiración por Hipócrates
de Cos, un médico que vivió hace veinticuatro siglos, por dos razones
esenciales. La primera, porque fue el primero en rechazar que la superstición participara
en la enfermedad; la enfermedad –afirmaba- no era un castigo divino, ni una
intervención diabólica, sus causas eran naturales. La segunda, se debe a que era
reacio a administrar fármacos, al menos en los trastornos simples; entiéndaseme
bien: sólo en los trastornos simples, para los graves, una enfermedad infecciosa
por ejemplo, no cabe duda que es imprescindible la quimioterapia.
El
sufrimiento de una persona que padece una enfermedad reumática me ha conducido
a profundas reflexiones sobre la terapéutica, porque ¿cuál es su tratamiento?, ¿qué
la produce? Desgraciadamente, se ignora la etiología de muchas enfermedades
reumáticas; alguien puede nacer con el riesgo de padecerla, pero un factor
ambiental, la dieta, los hábitos de vida o un virus pueden desarrollarla. El propio
término enfermedades reumáticas, obsoleto aunque todavía se usa de forma
coloquial, tiende a desaparecer de la literatura médica; incluye a más de un
centenar de afecciones que, por lo general, afectan a las articulaciones,
tendones, ligamentos, huesos y músculos, y sus síntomas característicos son la
inflamación y el dolor. Menciono algunas. Se ignora la causa de la artritis
reumatoide, una enfermedad autoinmune que destruye, incapacita y deforma las
articulaciones; también es una artritis la torturante gota, que se debe al
depósito de cristales de sales del ácido úrico en las articulaciones. Se ignora
la causa del lupus eritematoso sistémico, prototipo de enfermedad autoinmune –en
la que el organismo produce anticuerpos contra sus propias células- que afecta
a múltiples órganos. La artrosis es la enfermedad reumática más frecuente,
especialmente entre los ancianos; se debe al desgaste del cartílago que protege
los extremos de los huesos de una articulación; probablemente una artrosis en
la zona baja de la espalda induzca los dolorosos lumbagos.
¿Cuál
es el tratamiento para estas afecciones? Una vez diagnosticadas, aun en los
casos incurables, se pueden paliar sus síntomas y mejorar la calidad de vida de
los pacientes. Quizá minimizar la cantidad de fármacos, como recomendaba
Hipócrates –sobre todo si se ignora la causa de las alteraciones-, sea un buen consejo;
sin olvidar que el alivio del dolor constituye una obligación para cualquier
médico: “En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos” forma
parte del juramento hipocrático que prestan los médicos antes de ejercer su
profesión.
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