Los
matemáticos suelen distinguir tres tipos de paradojas. Menciono en primer lugar
las proposiciones absurdas que surgen de razonamientos falaces; me gusta una en
particular: el sofisma que muestra cómo la mitad de una circunferencia de
longitud pi y radio uno, puede aplanarse sobre su diámetro hasta que,
aparentemente, curva y diámetro coinciden; el resultado del sofisma muestra que
pi vale dos. Una segunda clase de paradojas aparecieron en la lógica y
adquirieron tanta importancia que obligaron a repensar los fundamentos de las
matemáticas. La tercera clase de paradojas se refiere a los resultados
increíbles y lógicamente inexpugnables; en esta categoría tengo un campeón: el
teorema de Banach–Tarski, al que llaman paradoja porque contradice totalmente nuestra
intuición geométrica. Lo enunciaré varias veces y con distintas palabras que,
estoy seguro, el escéptico lector no creerá.
Primer
intento. El teorema dice lo siguiente: consideremos una bola maciza; existe una
descomposición de la bola en un número finito de piezas, no solapadas, que
pueden juntarse de nuevo de manera diferente para dar dos copias idénticas de
la bola original. ¡Imposible! Léalo de nuevo el incrédulo lector, porque no hay
error, aunque le cruja la imaginación. Todas las operaciones que hacemos con la
bola o sus partes durante el proceso de división y ensamblaje (doblarla,
dividirla, moverlas, rotarlas, sin efectuar estiramientos, curvaturas, ni
cambios de forma o adición de nuevos puntos) conservan el volumen; parece
imposible que el volumen cambie al final, sin embargo… lo hace. Si en algo le
alivia al consternado lector considere que las piezas no son sólidas en el
sentido habitual, sino dispersiones de infinitos puntos.
Segunda
tentativa de vencer la incredulidad. Es posible fabricar una figura
tridimensional con ocho piezas que, combinadas de una manera, formarían una
esfera rellena (sin agujeros) y, combinadas de otra manera, formarían dos
esferas rellenas (sin agujeros) del mismo radio que la primera. ¿El consuelo? Las
operaciones de ensamblaje que hacemos preservan el volumen si las piezas son
medibles, pero las ocho partes son conjuntos no medibles, es decir, se trata de
colecciones de puntos que no tienen volumen.
Tercer
y último desesperado intento de enunciar lo increíble. Dos objetos
razonablemente sólidos (una bola del tamaño de un guisante y otra del tamaño
del Sol) pueden trocearse y ensamblarse de nuevo uno en el otro; un guisante
puede trocearse y ensamblarse de nuevo para formar el Sol, y viceversa,
mediante operaciones que mantienen invariable el volumen de los trozos.
¿Comparte
conmigo el asombro el incrédulo lector?
1 comentario:
Estimado amigo
No oso calificar de paradoja el cálculo al que aludes.
¿Cuánto vale la suma de los infinitos números naturales?
S = 1+2+3+4+5+ ... = ?
S´= 1-1+1-1+1-1+ … = 1+(-1+1-1+1-1+…) = 1-(1-1+1-1+1-1…) = 1-S´ => 2S´=1 => S´=1/2
S´´= 1-2+3-4+5-6+ ...
2S¨¨= 1-2+3-4+5-6+ ...
+ 1-2+3-4+5... = 1-1+1-1+1-1+ ... = 1/2 => S´´= 1/4
S-S´´= (1+2+3+4+5+6+…) - (1-2+3-4+5-6+…) = (0+4+0+8+0+12+0+16…) = 4(1+2+3+4+5+…) = 4S => S-1/4 = 4S => S = -1/12
Conclusión: la suma de todos los infinitos números naturales es: FINITA, NEGATIVA Y FRACCIONARIA.
Hay trampa (la demostración es incorrecta), pero al profano en matemáticas le costará encontrar el fallo.
Saludos
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