Sucederá
a lo largo del siglo XXI. Los primeros turistas espaciales viajarán alrededor
de nuestro planeta; desde allí, quizá alguno de ellos añore la vida terrestre
cuando, al este de Australia, contemple la Gran Barrera de Coral, un arrecife
que se extiende por dos mil seiscientos kilómetros, el único ser vivo visible
desde una órbita.
Los
arrecifes de coral, caleidoscopios de vida que cubren menos de la milésima
parte de la superficie del planeta y hogar de la cuarta parte de las especies
marinas, constituyen uno de los hábitats donde hay más biodiversidad del mundo y, por
ello, son el escenario de una feroz lucha por la vida. En ellos, los seres vivos compiten
por un espacio reducido y están en riesgo constante de depredación; como muchas
de las criaturas permanecen inmóviles, necesitan poseer sustancias químicas tóxicas para evitar que sus vecinos se las coman. Por eso, en la sopa de productos químicos que contiene este ecosistema podrían estar los fármacos que en el futuro curen el cáncer, el Alzheimer, la artritis
y muchas viriasis. Pero este botiquín se enfrenta a un futuro incierto: los
arrecifes de coral son muy vulnerables; están
amenazados por la contaminación, la sobrepesca y el cambio climático; si desaparecieran, quizá la farmacia más grande de la naturaleza, un cofre de tesoro para cualquier buscador de medicinas, se perdería para siempre.
Aunque
una colonia de coral puede dar la impresión visual de un solo organismo es, en
realidad, un conjunto de miles de individuos que se interconectan para repartir
los nutrientes; el animal conocido como coral, el pólipo, es mucho más pequeño,
mide desde unos milímetros a algunos centímetros de diámetro. Algunos corales,
no todos, tienen la capacidad de fijar sobre sus tejidos el carbonato cálcico
disuelto en el mar y así formar las estructuras rígidas características que
pueden alcanzar grandes dimensiones; estructuras minerales que debería ser
blancas y no lo son debido a los pigmentos coloreados de los tejidos y a las
algas que viven en simbiosis con ellos y les proporcionan alimento. Aunque
pueden atrapar plancton, la mayoría de los corales obtienen la mayor parte de
sus nutrientes de las algas unicelulares que viven dentro de ellos; por eso,
para que las algas puedan realizar la fotosíntesis, requieren luz solar y agua
clara y poco profunda (menos de sesenta metros). ¡Haga submarinismo en aguas tropicales
y subtropicales quien quiera visitarlos! Disfrutará de un espectáculo
maravilloso.
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