sábado, 5 de abril de 2014

Marihuana y endocannabinoides


En cada vegetal un misterio, en cada animal un hechizo, en cada corazón un grito de súplica, una pena de amor, un brote de esperanza en el manto de la noche: y el diablo anda suelto en cualquier esquina.

Sí, la vida se muestra siempre terriblemente ambigua. Para algunos, la marihuana (o hachís) evoca embriagados absortos, para otros es sinónimo de placentera serenidad; a los enfermos de cáncer les ayuda a soportar las náuseas que provoca la quimioterapia, a los sufridos dolientes les alivia el dolor crónico. La historia del cáñamo, la planta de la que se extrae la marihuana, es milenaria, sin embargo, cada cultura lo ha usado con fines distintos: los antiguos chinos, igual que griegos y romanos, lo utilizaron para fabricar cuerdas y tejidos; en la India se incorporó a los rituales religiosos, en Egipto se consumía por sus propiedades embriagadoras, de ahí pasó a Europa y América. En la actualidad millones de contemporáneos la fuman o ingieren debido a sus efectos embriagadores, a menudo comparados con la euforia que produce el alcohol. Por un lado, el hábito de fumar el hachís conlleva peligros para la salud similares a los del tabaquismo, por otro, los efectos medicinales son innegables: alivia el dolor y la ansiedad, evita la muerte de neuronas lesionadas, acaba con los vómitos y estimula el apetito. En dosis elevadas la marihuana produce alucinaciones en algunos sujetos, en otros, somnolencia, en todos, merma la memoria de corto plazo, las capacidades cognitivas y disminuye la coordinación motora; sin embargo, parece que los daños son reversibles y que el organismo se recupera una vez eliminada la droga.

En 1964 los químicos encontraron el principio activo del cáñamo, se trata del delta nueve tetrahidrocannabinol, el enrevesado nombre del compuesto químico no impide que cualquiera de nosotros, cualquiera que sea su personalidad, tenga en su cerebro unas sustancias similares: los endocannabinoides. La investigación de esta nueva categoría de mensajeros químicos neuronales ha proporcionado un resultado inesperado: los neuroquímicos han hallado un nuevo sistema de transmisión de señales en el cerebro, la señalización retrógrada; los endocannabinoides operan en sentido inverso a la transmisión del impulso nervioso. Se encuentran en varias regiones cerebrales, y semejante ubicuidad explica la diversidad de sus efectos. El conocimiento de su mecanismo de acción probablemente nos proporcionará mejores tratamientos para el dolor, la ansiedad, las náuseas o el apetito; además, su presencia en zonas asociadas a la cognición nos recuerda que aún nos queda mucho por aprender sobre estos singulares mensajeros.

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