sábado, 19 de abril de 2014

Dentífricos


La lectura de Yo, el rey, un libro escrito por Juan Antonio Vallejo-Nágera, me ha proporcionado un inesperado motivo de reflexión: la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón, se angustiaba y sufría enormemente debido a sus escasos y podridos dientes. Sí, el dolor, la fealdad y el apestoso olor de la boca tanto del pueblo llano como de ilustres personajes fueron habituales en la antigüedad. No sucede lo mismo con nuestros contemporáneos. ¿A qué se debe nuestra buena salud dental? A la terapéutica odontológica y a la higiene, sin duda. Ahora bien ¿son igualmente útiles los dentífricos?

Antes de la argumentación debo aclarar que la principal causa de caries es la placa dental (que puede convertirse en sarro), una acumulación de microbios incluida en una matriz orgánica, que se deposita sobre los dientes o las encías. Fijémonos ahora en la composición de un dentífrico cualquiera. La mayor parte -entre la mitad y la tercera parte- es agua: comprensible porque el fabricante la vende al precio de la pasta. Le sigue en abundancia un abrasivo (carbonato cálcico, sílice o bicarbonato sódico) que, si bien ayuda a deshacer la placa, también desgasta el esmalte dental. Para impedir que la pasta se seque se le añade un humectante como el sorbitol o glicerol; y ya se ha completado el noventa y cinco por ciento, aproximadamente, del dentífrico. Añadámosle un espesante, como la goma de celulosa, la goma de tragacanto o la carragenina para evitar que el abrasivo sedimente; y un imprescindible detergente (el lauril sulfato de sodio, el más usado), que desnaturaliza las proteínas y posee acción anti-placa: el gusto amargo del mejunje se enmascara con un edulcorante, uno de fuerte sabor a menta, por ejemplo. Aún no he acabado. Un antiséptico (clorhexidina o triclosán) resulta indispensable. ¿Qué presenta adversos efectos secundarios? Ignorémoslos. Se completa la operación de camuflaje con colorantes (la vista también cuenta), conservantes del tubo (tal vez el carcinógeno formaldehido o el benzoato sódico cuya salubridad no está plenamente comprobada), blanqueadores, flúor (neurotóxico para los infantes), y alguna otra sustancia más que el avisado fabricante se habrá encargado de anunciar.

En resumen, estoy convencido de que la limpieza de la dentadura beneficia la salud, sin embargo, no encuentro pruebas convincentes de que el dentífrico presente más ventajas que un cuidadoso cepillado con el agua del grifo. Escéptico lector infórmese y desconfíe… tanto de los fabricantes de productos que explotan su ignorancia y credulidad, como de los comentarios escritos en un blog por un inexperto en odontología.

No hay comentarios: