sábado, 22 de febrero de 2014

Infrasonidos y fantasmas


Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires...
Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho...
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas...
No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla...

Acierta el poeta Octavio Paz. El silencio está preñado de vida: de inaudibles ultrasonidos de murciélagos y delfines, de inaudibles infrasonidos de tigres y elefantes, incluso -y ya es el colmo- de fantasmas.  Comprobémoslo.

El doctor Richard Lord produjo infrasonidos (sonidos cuyas frecuencias bajan de veinte hertzios) y comprobó su efecto en las setecientas cincuenta personas que asistieron a una sala de conciertos en Londres. Después de la interpretación de cuatro piezas, alguna con infrasonidos, pidió a los asistentes que describieran sus reacciones a la música. La audiencia ignoraba qué piezas contenían infrasonidos, pero el veintidós por ciento describió experiencias excepcionales cuando la música los incluía. Sintieron inquietud, repulsión, temor, ansiedad, pena, también escalofríos, temblor en las muñecas, efectos en el estómago y aumento del ritmo cardíaco; sensaciones que, probablemente, se deben a la estimulación del sistema límbico (sede cerebral del control de las emociones) por los inaudibles infrasonidos. Basándose en estos resultados el profesor Richard Wiseman, psicólogo en la Universidad de Hertfordshire (Inglaterra), plantea una interesante hipótesis: los infrasonidos podrían estar presentes en los sitios supuestamente embrujados, y ser la causa de las extrañas sensaciones que las personas atribuyen a los fantasmas.

En el año 1998, Vic Tandy (de la Universidad de Coventry, Inglaterra) publicó un relato en el que contaba una experiencia que le había sucedido en su laboratorio: vi una cosa gris venir hacia mí, parecía estar entre la puerta y yo, así que lo único que podía hacer era girar y hacerle frente; pero la aparición desapareció; sin embargo, reapareció en una forma diferente al día siguiente. El experimentador demostró que un ventilador, que produce infrasonidos de dieciocho hertzios con noventa y ocho centésimas, provocaba ilusiones ópticas al resonar en los líquidos oculares; las ondas inducían la percepción de movimientos en los costados del campo visual: figuras amorfas y grises de muy baja calidad, que parecen sombras. Deduzca ahora el lector inteligente: si un sujeto cree en fantasmas… asociará las figuras percibidas a un fantasma.

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