sábado, 25 de enero de 2014

¿Por qué dormimos?


Dormir sigue siendo un misterio. ¿Por qué los mamíferos y los pájaros permanecen vulnerables una parte tan larga de sus vidas? Negar el sustento produce perjuicios en el cuerpo de un animal, pero ¿qué daño sufre si se le priva del sueño? Es evidente, empero, que algo funciona mal: si se impide dormir a una rata será incapaz de mantener el calor corporal y morirá en tres semanas sin que pueda detectarse daño fisiológico alguno; de igual manera si se mantiene insomne a un humano, su raciocinio se desmorona. Y no hay una única explicación, sino muchas teorías. La mayoría de los investigadores cree que dormir resulta beneficioso para el cerebro, quizá porque ofrece a las neuronas una oportunidad para recuperarse: después de todo, se sabe que los durmientes reducen su metabolismo. Hay quienes proponen, en cambio, que dormimos para olvidar y que los sueños son el acto de eliminar la basura mental. Incluso hay quienes argumentan que dormimos para consolidar los recuerdos.

Los neurólogos han averiguado que las lesiones en el hipotálamo provocan insomnio; y deducen de ello que esta estructura cerebral, que interviene también en la regulación de la temperatura, es el centro regulador del sueño. Si muchos animales sueñan, a pesar de los inconvenientes, cabe pensar que dormir presente ventajas. ¿Cuáles? James Krueger ha efectuado unas observaciones que le conducen a plantear una hipótesis inédita: el beneficio está ligado al sistema inmunitario. Las ratas privadas de sueño tienen bacterias patógenas que el sistema inmunitario suprimiría en condiciones normales y que en estas condiciones matan a los exhaustos animales; debido a que son incapaces de tener fiebre, que sería la respuesta normal a la infección. Sí, la privación prolongada del sueño parece suprimir peligrosamente la acción del sistema inmunitario. Las influencias entre el sueño y el sistema inmunitario son recíprocas: sabemos que las infecciones causan somnolencia; aun más, Krueger ha demostrado que varias moléculas que regulan la respuesta inmune pueden inducir el sueño. Otros investigadores analizaron la sangre de dos grupos de adultos: en uno los sujetos dormían normalmente, en el otro se les mantenía insomnes durante veintinueve horas: hallaron que el número de glóbulos blancos de ambos grupos variaba radicalmente. A pesar de las observaciones, muchos fisiólogos consideran poco fundada esta hipótesis.

A falta de un dictamen final, algo está claro, aún es demasiado pronto para proclamar resuelto el acertijo de los sueños, y mientras tanto exclamamos, con Shakespeare, morir, dormir, tal vez soñar… 

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