sábado, 7 de septiembre de 2013

Seis centenares y medio de biomotores


Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré la fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del amado!,
¡oh prado de verduras
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!

Los humanos necesitamos buscar pareja, relacionarnos y conseguir alimentos: en resumen, precisamos movernos. ¿Cómo lo hacemos? Sí, sé que los músculos se encargan de efectuar todos los movimientos y que representan entre un cuarenta y un cincuenta por ciento del peso de un cuerpo masculino, o entre un treinta y un cuarenta de uno femenino; también sé que, al menos en apariencia, no se parecen a ningún motor que el mecánico lector haya visto. Trataré de describirlos en términos técnicos. Primera sorpresa: no advierto movimientos rotatorios; la rueda, tan útil en toda clase de máquinas, no aparece en la naturaleza. Segunda sorpresa: no hay un motor, sino aproximadamente seiscientos cincuenta, porque para el mecánico un único músculo es una máquina que se mueve por medio de una unidad de propulsión incluida en su estructura. Fijémonos en su diseño. Una arteria le proporciona el combustible y el oxígeno; la vena, que retira los productos de desecho, ejerce de tubo de escape. Ningún motor convierte toda la energía del combustible en trabajo útil, parte se convierte en calor, por ello la mayoría de los motores necesitan algún fluido, por lo general agua o aire, para su refrigeración; la sangre circulante constituye el refrigerante que retira el calor excesivo de los músculos hacia la piel. Un motor debe estar asentado en una base firme; así sucede con los músculos: se hallan fijos a los huesos mediante los tendones. Del control, que suele constar de un sistema de arranque, uno de frenado y otro de regulación de la energía, se encarga el sistema nervioso; el cerebro (voluntaria o involuntariamente) transmite una señal eléctrica al músculo para que efectúe la contracción: concretamente, la proteína miosina usa la energía de una biomolécula para deslizarse entre la actina, acción que acorta el músculo. Un inciso: me parece increíble que el masetero –el músculo más fuerte- sea capaz de levantar cuatrocientos kilos.

Sí, comprendemos el funcionamiento de estas inusitadas máquinas, sin embargo, ignoramos las causas del calambre, la involuntaria contracción súbita y dolorosa de un músculo. ¿Quizá una insuficiente oxigenación o la pérdida de líquidos o de minerales, debido a un esfuerzo prolongado?¿Acaso el frío, un envenenamiento o una enfermedad? Queremos saber más.

3 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

La biomolécula donadora de energía es el ATP.
Si me pides más precisión podría aclarar que también intervienen la creatina y otras moléculas almacenadoras de energía de rápida utilización ligadas al ATP.

Saludos cordiales
Epi

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

Los expertos en histología distinguen tres categorías de músculos: esqueléticos, lisos y cardíacos. Los primeros constituyen los músculos habituales: bíceps, trapecio. Los segundos constituyen las vísceras estómago, intestinos, vejiga o vasos sanguíneos. El corazón está constituido por los terceros.
Sólo los esqueléticos son voluntarios, la contracción de los otros dos es involuntaria.

Saludos cordiales de Epi

C. Armesto dijo...


Estimado amigo

El masetero que mencioné es uno de los músculos de la masticación: eleva la mandíbula y cierra la boca.

Saludos