sábado, 27 de octubre de 2007

¡El vacío se descompone!


Si alguien nos preguntara qué es el vacío, hasta el lector más ignorante en cuestiones científicas sabría responder. Una región del espacio está vacía si nada hay en ella, así de sencillo. Lamentablemente, los físicos –auténticos aguafiestas- aseguran que se trata de un asunto bastante más complejo del que suponemos. Nos dicen que en el espacio vacío suceden fenómenos tan extraños como la aparición espontánea de un par de partículas de la nada; un electrón y un positrón, por ejemplo. Arguyen –con toda seriedad- que el espacio vacío fluctúa. ¿Fluctúa? Fluctuará la bolsa, el tiempo meteorológico, el número de accidentes semanales de tráfico, pero el vacío ¿cómo va a fluctuar la nada? Dejemos a un lado nuestro querido sentido común y sigamos con el relato científico: las partículas creadas espontáneamente de la nada de esta inusitada manera tienen una existencia efímera, pues se aniquilan casi en cuanto aparecen (¡menos mal!), y, además, no pueden detectarse. Los físicos, siempre ingeniosos, las llaman partículas virtuales, para distinguirlas de las partículas reales que sí pueden observar con sus instrumentos.
Si el escéptico lector se ha sorprendido con el discurso anterior siga leyendo, porque el pasmo le alcanzará todavía cotas más altas. Los físicos no sólo pronostican que aparecen espontáneamente partículas de la nada, sino también que el vacío puede desintegrarse. ¿Hemos leído bien? Sí, la nada, a veces, se desintegra. Y no se trata de un fenómeno exotérico, sólo debemos crear un campo eléctrico lo suficientemente intenso, lo que equivale a -simplificando un poco- concentrar mucha electricidad en un lugar minúsculo. Hagamos un experimento mental: introduzcamos, en una región del espacio previamente vacía, dos núcleos de uranio previamente fusionados (de esta manera, conseguimos almacenar una enorme cantidad de electricidad en un reducido espacio), y observemos qué ocurre; matizo que, aunque los físicos experimentales saben que un núcleo tan grande no es estable, esperan construir uno durante un tiempo lo suficiente grande como para determinar los extraños fenómenos que ocurren. En las proximidades del núcleo, donde nada había, aparecerá espontáneamente un electrón (que se ligará al núcleo) y un antielectrón que, repelido, podrá detectarse. En otras palabras, el vacío se habría vuelto inestable y se habría desintegrado en una partícula y una antipartícula. ¡Increíble! ¡El vacío que nada contiene se descompone! ¡Vivir para ver!

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Hay tres concepciones del vacío que conviene no mezclar: 1ª la de Aristóteles y sus seguidores; 2ª la de la física clásica desde el siglo XVII hasta el siglo XX; 3ª la de la física cuántica.

Aristóteles sostenía que ninguna región del espacio podía estar vacía: la naturaleza aborrece el vacío.
Los científicos demostraron en el siglo XVII que Aristóteles equivocaba: fabricaron dispositivos que conseguían buenos vacíos.
La concepción moderna del vacío tiene un aroma que nos recuerda a Aristóteles; si bien nadie discute la posibilidad de vaciar de materia ordinaria una región del espacio; tal región dista mucho de estar vacía, tiene una estructura compleja que resulta imposible eliminar.

Saludos
Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º De acuerdo con la mecánica cuántica, el vacío cuántico no está realmente vacío, sino que contiene ondas electromagnéticas y partículas materiales que entran y salen continuamente de la existencia.

2º En mecánica cuántica, el vacío es el estado cuántico de un sistema con la menor energía posible, no necesariamente cero.

Saludos