sábado, 20 de octubre de 2007

¿Existe vida extraterrestre en el sistema solar?


            El lector inteligente no debe confundir la vida extraterrestre con la vida inteligente extraterrestre. ¡Fíjese bien! Entre unas bacterias y unos seres inteligentes hay una distancia de miles de millones de años de evolución. Unos datos nos pueden ayudar a comprender la diferencia. La Tierra tardó un poco menos de mil millones de años en formar bacterias; las bacterias requieren algo más de dos mil millones de años de evolución para convertirse en seres pluricelulares; los primeros animales necesitan alrededor de setecientos millones de años para convertirse en seres inteligentes.

Fijémonos en nuestro sistema solar. Las observaciones que nos han enviado los vehículos espaciales que lo exploran nos permiten asegurar que no existe ninguna inteligencia extraterrestre en él. Sin embargo, no podemos negar la posibilidad de la existencia de bacterias, aunque no las hemos encontrado... todavía. Los biólogos creen que el agua líquida, la materia orgánica y la energía son requisitos esenciales para la existencia de la vida; se comprende entonces la ilusión de los científicos cuando encuentran astros en los que existe –o pudo haber existido- agua líquida. Desde que en nuestro planeta hubo unas condiciones ambientales que permitieron el desarrollo de las bacterias, éstas apenas tardaron unos cien (o pocos cientos) millones de años en aparecer; deducimos que, si existen las condiciones ambientales adecuadas, debe ser relativamente fácil que se origine la vida, lo que nos lleva a colegir que es posible que en otros lugares del sistema solar pudieron haberse formado bacterias en el pasado: en Venus, antes de que el efecto invernadero lo volviese inhabitable, o en Marte, por cuya superficie corrió el agua líquida. Y no es descabellado que puedan vivir bacterias en el hipotético océano que suponemos existe bajo el hielo de Europa -el satélite de Júpiter-, después de todo existe vida en ambientes terrestres similares: en las chimeneas volcánicas que se encuentran en las profundidades de los océanos o en el antártico lago Vostok. Aunque también se ha hallado agua líquida bajo la superficie de Calisto -otra luna de Júpiter- consideramos improbable que existan bacterias allí, porque no hay energía útil, otro de los requisitos imprescindibles.

Como bien puede imaginar el lector fantasioso, el futuro de la investigación sobre la vida extraterrestre se muestra apasionante.

3 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo:

En tu comentario planteas dos preguntas. Las resumo:
1º ¿Cuándo surge la inteligencia?
2º ¿Pudo existir un dinosaurio inteligente?

Empiezo por la segunda que voy a plantear de otra manera: si el meteorito que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años no hubiese chocado con la Tierra ¿alguna especie de dinosaurio podría llegar a ser inteligente? Lo ignoro, pero lo dudo; es tal la acumulación de circunstancias azarosas que debieron ocurrir para que un cerebro adquiriera el tamaño y las características adecuadas en las que pueda manifestarse el pensamiento simbólico y la autoconciencia que supongo como más probable el que no sucediera otra vez (la lotería puede tocarme una vez, pero considero mucho imaginar el que me puede tocar dos veces).

De todas maneras, no rehúyo contestar a tu afirmación de que existieron los dinosaurios inteligentes. Niego rotundamente tu atrevida hipótesis. Pero para argumentar necesito hacer algunas aclaraciones sobre el método (o métodos) científico. ¿Sobre quién recae el peso de la prueba cuando alguien propone una hipótesis diferente a las hipótesis que utilizamos habitualmente los científicos? El método científico obliga al autor de una hipótesis a mostrar pruebas, en caso contrario suponemos que la hipótesis es falsa. Además, los científicos sabemos que no podemos demostrar que una teoría es cierta, sólo podemos demostrar que es falsa (Popper dixit). Por tanto, no puedo demostrarte que los dinosaurios inteligentes no existieron eres tú quien, como autor de la hipótesis, tienes que proponer alguna prueba que me permita dudar de que la evolución de los reptiles fue diferente a la que proponen los zoólogos; quienes sí han dado sobradas pruebas (muchísimos fósiles) que demuestran que la teoría sobre la evolución de los reptiles es la que ellos propoen.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo:

La lotería podría tocarme mañana (¡ojalá!), pero no se trata si podría, sino si me tocó. ¿Podrían los dinosaurios llegar a ser inteligentes?, si ocurriese un montón de circunstancias muy improbables, tal vez. Pero esas circunstancias improbables ya sucedieron una vez, por lo que considero imposible que se repitan; por lo menos en un período de tiempo razonable. No es inevitable, como parece sugerir tu argumentación, que tenga que surgir vida inteligente en un planeta. Más bien considero que se trata de una acumulación de sucesos muy improbables. Afirmo rotundamente que el ordenador en el que estoy escribiendo no se puede levantar del suelo espontáneamente, aunque sé que tiene una probabilidad de hacerlo no nula.

Reproduzco los contundentes argumentos de Stephen Jay Gould (que comparto). La selección natural no basta para explicar el cambio evolutivo por dos razones: 1º. Existen otras causas, además del tradicional enfoque centrado en los organismos y en sus luchas por el éxito reproductivo para explicar el cambio evolutivo. 2º La senda de la evolución de la vida no está en absoluto determinada por nuestra teoría de la evolución. Este punto fundamental de la complejidad del mundo no suele entenderse bien; porque las redes de sucesos históricos se hallan impregnadas de elementos aleatorios y se muestran irrepetibles. La historia de la vida incluye demasiado caos, es decir, presenta una dependencia extremadamente sensible a variaciones minúsculas en las condiciones iniciales, lo que conduce a resultados divergentes sobre disparidades mínimas en origen. Los seres humanos no aparecieron en la Tierra porque la teoría evolutiva prediga su existencia fundándose en axiomas de progreso (falacia moderna) y complejidad neuronal creciente. Los seres humanos surgieron, por el contrario, en virtud de un resultado fortuito de miles de acontecimientos trabados, cada uno de los cuales pudo haber ocurrido de forma diferente y conducido a la historia hacia una senda alternativa en la que no hubiera conciencia. Por citar algunos: 1º Si nuestro linaje no se hubiera contado entre los supervivientes de la radiación inicial de vida en el Cámbrico no hubiera habido ningún vertebrado; 2º si unos peces no hubieran convertido sus aletas en huesos, los vertebrados no habrían colonizado la Tierra firme; 3º si los dinosaurios no hubieran desaparecido hace 65 millones de años, los mamíferos serían insignificantes; 4º si unos simios no hubieran alcanzado la postura erecta, nuestra ascendencia podría haber acabado en los chimpancés. Semejante visión de la historia de la vida se aleja del determinismo imperante en la biología (los físicos ya lo abandonaron en el siglo XX, con la teoría cuántica y la teoría del caos) y también se aparta de las ideas arraigadas en la cultura occidental, donde el hombre se considera la expresión más sublime de la vida.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Nos hallamos empantanados en un debate que se remonta, por lo menos, hasta Demócrito, quien escandalizó a sus contemporáneos sosteniendo la tesis atea que el universo sólo estaba construido con átomos y vacío. Disponiendo de todo el tiempo del mundo cualquier configuración de átomos es posible; incluso que un conjunto de átomos como tú y yo estemos debatiendo sobre estos apasionantes temas. Demócrito se pregunta, como Gould y Dawkins, cuánto azar y necesidad hay en el mundo. ¿Es inevitable que el universo exista? ¿Es inevitable que la humanidad exista? ¿Es inevitable que la vida exista?

Probablemente estaría de acuerdo contigo en la inevitabilidad de la aparición de la inteligencia si no existiesen las catástrofes; pero el mismo Darwin sostiene que la selección natural, siendo el principal motor del cambio evolutivo, no es el único mecanismo de cambio (tal tesis me parece entender que sostienes tú). Acepto que, con tiempo suficiente, en el mismo ambiente pueden surgir especies con comportamiento, anatomía o fisiología similares. El problema estriba en la necesidad de tiempo, porque los ecosistemas no permanecen inmutables. En la historia de la vida sucede lo mismo que en la historia humana, las redes y cadenas de acontecimientos históricos se hallan impregnadas de acontecimientos caóticos y aleatorios y se muestran irrepetibles por lo que, opino (con Gould), que la predicción no puede aplicarse. Estaría de acuerdo contigo que, durante los prolongados períodos de estabilidad relativa (entre dos acontecimientos catastróficos), actúa la selección natural, es decir operan los mecanismos que producen la convergencia evolutiva (con los contundentes ejemplos que mencionas), pero (y aquí está el quid de la cuestión), las extinciones en masa arruinan las pautas de las épocas normales; y las causas de las extinciones en masa son aleatorias. Pero si está presente el azar ya no podemos afirmar que la aparición de la inteligencia es inevitable. Recurriendo a la metáfora: no hay ninguna dificultad en aceptar que, aún siendo ínfima la posibilidad de que me toque la lotería, mañana tenga suerte; la dificultad consiste en que pudiéndome tocar, no es inevitable que me toque. Sería inevitable que me tocase si jugara muchas veces, pero no viviría el tiempo necesario para que ocurriese.