Bucee el lector deportista
dentro de una piscina llena de agua en ebullición o en agua próxima a la
congelación; sumérjase después dentro de una bañera llena de vinagre
concentrado, o de una disolución de amoníaco o de salmuera. La recomendación
tendría funestas repercusiones para el incauto que la siguiese; pero no para los
microbios que han instalado su hogar en lugares prohibitivos para cualquier
humano. Con razón se les llama extremófilos, porque no sólo toleran unas condiciones
desmesuradas, sino que prosperan en ellas como pez en el agua; más aún, para
multiplicarse requieren tales condiciones.
A lo largo de la historia los microbios han sabido adaptarse y
sobrevivir, ocupando una gran diversidad de ambientes que el hombre ha
considerado tradicionalmente exentos de vida. La temperatura, acidez,
salinidad, presión o radiación extremas son hostiles para los seres vivos, sin
embargo, hay bacterias y arqueas (microorganismos
similares a las bacterias) perfectamente adaptadas a ellas: la arquea Pyrococcus furiosus crece
óptimamente a cien grados; las arqueas Halobacterium viven en el Mar Muerto, un entorno de salinidad
muy elevada; la
arquea Picrophilus prospera en la cuenca del Río Tinto (en Huelva), un ambiente
de desmesurada acidez (su pH no llega a uno); por último, la bacteria Deinococcus
radiodurans resiste una radiación quinientas veces superior a la que mata a un
humano.
La búsqueda de tan
extraños seres se ha intensificado en el siglo XXI, al percatarse los
científicos que los extremófilos constituyen modelos de posibles formas de vida
en otros planetas. No sólo los científicos, los técnicos empleados en la
industria también se han apuntado a esta suerte de caza, al advertir que, en el proceso de adaptación a ambientes extremos, los extremófilos
han modificado sus moléculas para obtener una mayor eficiencia y, como
consecuencia, se ha producido una extraordinaria diversificación; dicho con
otras palabras, las moléculas de estos microbios son más variadas que las de los animales y plantas; moléculas, como enzimas, proteínas y
polímeros, que pueden emplearse en procesos industriales. Un caso concreto: la enzima resistente
a la temperatura, que permitió desarrollar la técnica de reacción en cadena de
la polimerasa (PCR), fundamental en la biotecnología, se aisló en Thermus
aquaticus, una bacteria extremófila que Thomas Brock encontró en las
fuentes termales del hermoso parque de Yellowstone.
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