sábado, 10 de septiembre de 2011

Pulmones del planeta

Las selvas ecuatoriales, mal llamadas tropicales, son lugares muy cálidos y húmedos, en los que caen lluvias abundantes. Se trata de bosques complejos que presentan varios pisos de exuberante vegetación; los árboles, enormes, de hasta sesenta metros de altura y hoja perenne, tienen los troncos rectos; las lianas y las plantas que crecen sobre otras alcanzan gran desarrollo; la densidad del follaje, que impide que penetre la luz, y la rapidez con la que se descompone la hojarasca dejan el suelo relativamente abierto: la impenetrable maleza que la imaginación popular atribuye a la selva no se corresponde con la realidad.

Aunque ocupan menos del siete por ciento de la superficie terrestre, las selvas contienen más del cincuenta por ciento de las especies animales y vegetales del planeta (algunos biólogos elevan el porcentaje al noventa). Estos magníficos vergeles, auténticos pulmones verdes de la Tierra, se hayan amenazados por la acción humana: por las talas realizadas por la industria maderera y por las quemas efectuadas para hacer cultivos. Sin embargo, el suelo de la selva es muy pobre, no apto para la agricultura, porque en tres o cuatro cosechas pierde sus nutrientes; y, por si fuera poco, una vez destruido, su recuperación resulta imposible, porque se vuelve duro y adquiere costra. No sólo los agricultores, madereros y gobernantes de lugares lejanos son culpables de la deforestación, nosotros no somos inocentes: España es el décimo importador mundial de madera tropical. El lector menesteroso conocerá, y tal vez haya usado, muebles de iroko, sapelli, palisandro, elondo o ébano africanos, o quizá de caoba americana o acaso de teca indonesia o birmana; debe saber que la pérdida de biodiversidad se correlaciona con la tala de árboles cuya madera usa.

Hace diez mil años, los bosques ocupaban la mitad de la superficie terrestre, hoy sólo la tercera parte, cuatro mil millones de hectáreas. La deforestación, un proceso que afectó en el pasado a la zona templada del planeta, aqueja, en el presente, a la zona intertropical y, además, a un ritmo mucho mayor. Las cuencas del Amazonas y del Congo y algunas regiones intertropicales de Asia pierden masa forestal a una velocidad alarmante: cada año, entre el 2000 y el 2005, en África, desaparecieron cuatro millones de hectáreas de bosques, y en Suramérica y Centroamérica, cuatro millones y medio; no puede extrañarnos que Brasil, Congo e Indonesia encabecen, en el año 2000, la ignominiosa lista de los países que presentan mayor deforestación. ¡Reflexione el despreocupado lector!

2 comentarios:

noon dijo...

Hola Epi;
¿Qué deberían hacer los países ricos? ¿Eliminar sus fábricas, sus autopistas, sus carreteras, sus campos de golf, sus pueblos fantasma con segundas residencias y sus minas, para plantar en esos lugares árboles y crear bosques? Así podrían dejar que también posean eso los países pobres, y los países ricos asumir la parte que les corresponde del "verdor" del planeta?
Y, si no están dispuestos a ello, ¿deberían pagarles a los habitantes de países con "selva" unas cantidades de dinero para que puedan vivir como en el primer mundo pero sin tocar sus recursos y sin industrializarse?
Saludos.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

¿Qué deberían hacer los países ricos?, me preguntas. Lo mismo que los pobres: resolver los problemas que acucian a la humanidad.

¿Cómo? Trasciende lo que puedo contestar como científico. El físico, astrónomo, climatólogo, geólogo, químico o biólogo pueden alertar sobre las posibles catástrofes que amenazan a la humanidad (la deforestación es una de ellas); las decisiones para evitarlas corresponden a los dirigentes políticos y en ese campo (el ámbito de los valores), amigo mío, cada uno es muy dueño de adoptar la filosofía que considere oportuna, unos preferirán a Nietzsche y Marx, otros a Kant y Voltaire.

Me permito hacer una reflexión. Imagina que eres un pasajero del Titánic y que los expertos te dicen que hay un iceberg en el camino con el que puedes chocar y hundirte. ¿Tiene sentido discutir si el trabajo lo deben hacer los viajeros ricos o los pobres? O se trata de que, entre todos, resolvamos el problema (cambiemos de rumbo); porque si el barco naufraga todos nos hundimos, con independencia de nuestra riqueza.

Saludos de
Epi