sábado, 13 de agosto de 2011

Derecho a la vida

Sostengo que todos los animales tienen derecho a la vida y que los humanos no debemos atribuirnos el poder de decidir sobre la supervivencia o extinción de una especie; fíjese bien el lector meticuloso que no me refiero a la vida o muerte de un individuo concreto, sino a una especie. Ya he declarado mis escrúpulos, ahora debo reconocer mis filias y fobias entomológicas.
Vayamos con las primeras. Los insectos pueden encontrarse en casi todos los ambientes terrestres, tal vez por eso, desde hace millones de años  las plantas con flores y los insectos han iniciado una asociación sumamente estrecha. Para que pueda ocurrir la polinización y, por ende, la generación de nuevos descendientes, es necesario que los granos de polen sean transportados de una planta a otra; el viento, en unos vegetales, y los insectos, en otros, son los agentes encargados del transporte. Sin insectos, probablemente más de un centenar de miles de especies vegetales se extinguirían. Declaro mi admiración hacia estos beneficiosos animalitos.
Aunque se estima que quedan por descubrir entre seis y diez millones de nuevas especies, en estos momentos, los insectos constituyen el grupo animal más diverso de la Tierra, hay, aproximadamente, un millón especies (compárese con las cuatro mil quinientas de mamíferos) de mariposas y polillas, moscas y mosquitos, escarabajos y mariquitas, abejas, avispas y hormigas, chinches, pulgones y cigarras, saltamontes y grillos, libélulas y caballitos del diablo; más que todos los demás grupos juntos. Resulta fácil reconocerlos; debe contarse el número de patas: seis, mientras que los escorpiones, garrapatas y arañas tienen ocho, y muchas, los ciempiés y milpiés. Añadiré otros datos, para demostrar que los insectos son inusitadamente abundantes: por cada persona hay doscientos millones de ellos; la Tierra alberga mil billones de hormigas; en una hectárea de la selva amazónica viven trescientos millones de individuos. ¿Increíble? ¡Cierto!
Y ahora las fobias: varias especies de insectos nos transmiten graves enfermedades infecciosas: el paludismo (los mosquitos Anopheles), la enfermedad de Chagas (los chinches), la enfermedad del sueño (la mosca tse-tse), la fiebre amarilla y el dengue (el mosquito Aedes aegypti), el tifus (los piojos y unas pulgas), la peste bubónica (otras pulgas), la leishmaniasis (las moscas de arena o jejenes), las filariasis y elefantiasis (las moscas y mosquitos Anopheles, Culex, Aedes y Mansonia). Estoy abierto a nuevos argumentos, pero, por ahora, no hallo la manera de convencerme de que la extinción de alguno de estos insectos no presente más ventajas que inconvenientes.

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

La apitoxina es el veneno, mezcla de varias sustancias puras, secretado por las abejas y avispas. Nada tiene que ver con la miel.

Saludos cordiales

Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Me olvidaba de aclararte que el veneno de las abejas es similar al de las avispas: porque ambos producen los mismos efectos en los humanos; sin embargo, la composición es distinta (las abejas sintetizan melitina, las avispas, no).

Epi