La comida de los europeos no sería la misma sin la patata o el tomate americanos; la piña (por otro nombre ananás), un cultivo tropical de idéntico origen, también reclama un lugar entre los alimentos privilegiados. Pedro Simón escribió en el año 1627: “Llamáronle los españoles piñas por lo mucho que por de fuera se parecen a las piñas de los piñones, aunque en todo lo demás no se parecen en nada.” La exquisita piña es refrescante (un ochenta y cinco por ciento es agua) y dulce (debido a los carbohidratos) con un toque ácido; además, contiene fibra, vitaminas B y C, potasio, magnesio, yodo y una sustancia de propiedades sorprendentes: la bromelina.
Muchas personas toman la deliciosa piña después de una comida copiosa porque creen que ayuda a digerirla; no se equivocan; la bromelina es una enzima que deshace las proteínas -de igual manera que la pepsina del jugo gástrico-. Y no espere el resabiado lector que esta enzima sea digerida con el resto de los alimentos, el cuarenta por ciento se absorbe intacta en el intestino. Además, los investigadores han comprobado que la bromelina es un eficaz agente antiinflamatorio en contusiones, edemas, hematomas, lesiones, traumatismos y en todos los procesos que afectan a los músculos y al esqueleto; también ayuda a reducir la inflamación post-operatoria e incluso auxilia en el tratamiento de la artritis reumatoide. Aclaro al lector curioso que aún no se han logrado identificar el mecanismo por el que actúa, pero existen sospechas; inhibe las prostaglandinas que causan inflamación; estimula la formación de la enzima que degrada la proteína que envuelve el área inflamada; y también reduce la síntesis de bradicinina, responsable local de los síntomas típicos de la inflamación en los tejidos, tales como el hinchazón, el enrojecimiento, el calor y el dolor. Se necesita más investigación para demostrar otros efectos; pero no es desdeñable que ya se haya comprobado que mejora la absorción, y por tanto la eficacia, de los antibióticos por vía oral.
Acabo este comentario invocando la opinión del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, fallecido en 1557, que espero comparta el lector goloso: “Esta es una de las más hermosas fructas que yo he visto en todo lo que el mundo he andado… ni pienso que en el mundo la hay que se le iguale en estas cosas juntas que agora diré… hermosura de vista, suavidad de olor, gusto de excelente sabor”.
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