sábado, 28 de mayo de 2011

La Cueva de los Cristales, maravilla del mundo


¿Conoce el lector erudito las siete maravillas del mundo? Los helenos consideraban que la Gran Pirámide de Guizeh, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la Estatua de Zeus en Olimpia, la Tumba del rey Mausolo en Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría debían visitarse, por ser monumentos del ingenio humano. El escritor también osa aconsejar un viaje: a una mina ubicada en la sierra de Naica, en Chihuahua (México), para contemplar la Cueva de los Cristales. Desde el suelo hasta el techo, cristales de hasta doce metros de longitud, los más grandes del mundo, cubren toda la cueva; ante el espectáculo, el visitante se queda callado, anonadado por la emoción pues la belleza rebasa cualquier experiencia anterior.

A trescientos noventa metros de profundidad medimos una temperatura que sobrepasa los cincuenta grados y un cien por cien de humedad: un mundo no hecho a la medida humana; quienes han tenido el privilegio de visitar la cueva saben lo que significa el calor insoportable nada más traspasar la entrada, la ropa empapada en sudor, la sed extrema, la pérdida de varios litros de agua en ocho minutos; que ahí se sitúa el límite de supervivencia, porque permanecer más tiempo dentro mataría por deshidratación al imprudente.

El geólogo español Juan Manuel García Ruiz ha explicado la formación de esta maravilla descubierta en el año 2000. Todo comenzó hace veintitrés millones de años, cuando una gran cantidad de magma, en vez de salir a la superficie, quedó atrapado en una bolsa que se enfrió lentamente. Circulaba el agua, rica en sulfatos y calcio, que, al disolver la roca caliza, labraba grandes salas. A ciento cincuenta grados se formó el mineral anhidrita; después, cuando la temperatura bajó de cincuenta y ocho grados, la anhidrita se transformó lentamente en yeso (que es idéntico a la anhidrita, pero con  agua), más estable. Para que los cristales sean tan grandes es necesario que se formen muy pocos; y para ello hace falta que se aporte poco material, pero continuo; la temperatura también es esencial, si hubiera sido inferior a cincuenta y seis grados, se habrían formado muchos cristales pequeños, como ocurre habitualmente. Afortunadamente, se han mantenido las condiciones críticas durante millones de años.

Finalizada la explotación de la mina, quizá todo vuelva a inundarse y continúe el crecimiento de los cristales, o quizá se siga bombeando agua, para que la Cueva se convierta en un patrimonio natural de la humanidad.

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