sábado, 5 de febrero de 2011

Médicos, meteorólogos y gasolineras

     Estamos tan habituados a tratar con la presión que apenas nos detenemos a pensar que aparece en los fenómenos más dispares. Los meteorólogos miden la presión de la atmósfera porque saben que sus variaciones se asocian con el buen y mal tiempo: mil trece hectopascales (habitualmente llamados milibares) indican una presión normal; en casos extremos, el valor puede bajar, a ochocientos setenta como sucedió en el tifón Tip (océano Pacífico), en el 1979, o subir: mil noventa y dos se midieron en Tosontsengel (Mongolia), en el 2004. Y aclaramos que la presión atmosférica en un lugar no es más que el peso de una columna de aire, de área unidad, que se extiende hasta el límite de la atmósfera; precisado esto supongo que el lector sagaz ya habrá adivinado que la presión atmosférica disminuye cuando aumenta su altitud.

     Si el gas que nos importa, en vez de estar libre, se halla en un recipiente, también nos interesa su presión; la medimos en las gasolineras, cuando hinchamos con aire las llantas del automóvil; en tal caso un valor habitual alcanza los doscientos kilopascales. Al lector aficionado a la estadística le diré que la presión de un gas también puede calcularse –no medirse- multiplicando por dos tercios la densidad de la energía cinética media de sus moléculas. Espero que el mismo lector se sorprenda si le aseguro que no sólo un gas ejerce una presión, sino también la luz; y de la misma manera que los veleros en la Tierra se mueven por efecto del empuje del aire, se están diseñando vehículos espaciales para que, en un futuro no muy lejano, puedan moverse en el espacio por la presión del viento y de la luz solares (o de un láser si somos algo fantasiosos).

     También nos interesa la presión cuando nos revisa el médico, pero no de un gas, sino de un líquido; porque la presión sanguínea, el empuje que ejerce la sangre sobre las venas y arterias, ayuda al diagnóstico. La presión arterial consta de dos componentes, la presión sistólica y la diastólica (que se escriben con dos números separados por una barra); la primera (el número mayor) se mide durante un latido; la segunda (el número menor) entre dos latidos. Ilustramos al erudito lector: los valores comprendidos entre 90/60 y 120/80, medidos en unidades de milímetros de mercurio, resultan normales; cifras inferiores indican presión arterial baja y superiores indican prehipertensión o hipertensión. Deseamos que el aprensivo lector no se encuentre en esta última circunstancia.

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