sábado, 12 de febrero de 2011

¿Es posible el control de cuerpos ajenos?


La película Avatar no sólo me proporcionó un agradable entretenimiento, sino también me indujo a reflexionar sobre la viabilidad del control de cuerpos a distancia. Aclararé, antes de continuar con el relato, que considero imposible gobernar totalmente un cuerpo ajeno. Expongo mis razones: aún considerando, de una forma estrictamente reduccionista, que la mente humana no es más que una decena aproximada de billones de bits de información, no concibo una manera de transmitir esa información de un cuerpo a otro. Descartado un cuerpo, sí considero posible que una persona pueda llegar a controlar mentalmente a una máquina. Y, aunque parezca ficción, en esta tarea trabajan los científicos; como la medicina carece actualmente de medios para reparar las roturas de la médula y las lesiones cerebrales, pronostican que, en un futuro, las neuroprótesis -o interfaces cerebro-máquina- constituirán la opción más viable para que los afectados recuperen el movimiento.

Miguel Nicolelis y John Chapin diseñaron ingeniosos experimentos con ratas y monos cuyo cerebro se hallaba conectado con hilos eléctricos a un ordenador; y, aunque cueste creerlo, les enseñaron a dominar brazos robotizados con la imaginación. ¡Ni más ni menos! Cuando los animales imaginaban que manipulaban una palanca con una de sus patas recibían un premio. En el año 2000, Belle, una monita nocturna, accionó por primera vez, un brazo robótico articulado a mil kilómetros de distancia mediante el pensamiento. Precisemos: esta proeza resultó posible merced a unos hilos que se implantaron en la corteza motora del animal, y a unos algoritmos capaces de traducir la actividad eléctrica de las neuronas cerebrales en órdenes que controlaban los dispositivos mecánicos. Si el cerebro de un ser vivo –escribieron los autores- puede manipular con precisión brazos robóticos, a pesar de los fallos informáticos, del ruido eléctrico de fondo del laboratorio o de los errores en la transmisión, cabe la posibilidad de que, algún día, una persona controle auténticas extremidades humanas de una forma útil.

Ensayar interfaces cerebro-máquina en seres humanos todavía pertenece al futuro, pero imaginen las ventajas: los mancos y cojos podrían gobernar con la mente una prótesis robótica o los paralíticos recobrar el uso de sus miembros. Necesitarían únicamente contar con la corteza cerebral motora intacta; porque los investigadores ya han demostrado que el cerebro integra realmente el brazo robótico en sus representaciones mentales del cuerpo: el cerebro representa el dispositivo artificial como si fuera una parte más de su cuerpo. El escritor, al saberlo, se ha quedado pasmado.

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