sábado, 11 de diciembre de 2010

Medidas increíbles confirman la teoría de la relatividad

     La teoría de la relatividad asegura que todos los observadores, con independencia de cómo se muevan, observan las mismas leyes de la física. De una afirmación tan aparentemente anodina se deducen dos predicciones inesperadas: el tiempo transcurre más despacio en un objeto en movimiento que en otro que se halla en reposo; el segundo pronóstico indica que el tiempo discurre más lentamente en los lugares cuya gravedad sea más intensa, lo que equivale a aseverar, simplificando un poco, que el tiempo va más lento para quién se halle más cerca de la superficie de la Tierra; y por si alguien se pregunta por la relación entre la gravedad y el movimiento, añadiré que las fuerzas de gravedad son idénticas a las que experimenta un conductor que frena o acelera su vehículo. No se inquiete el atribulado lector: nadie ha sentido tales efectos; nadie nota que envejece más lentamente cuando corre para alcanzar el autobús, ni tampoco advertimos que nuestro vecino del piso de abajo se mantiene más joven que nosotros. Las ecuaciones de la teoría de la relatividad, que predicen tales fenómenos, también revelan que, en la vida cotidiana, las correcciones del tiempo son tan minúsculas que resultaban imposibles de medir… hasta hace poco.

     Unos investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (en EE.UU.) han efectuado unos experimentos, en el año 2010, que certifican los cambios del tiempo en sucesos como los arriba mencionados. ¿Qué tamaño tienen las correcciones temporales para velocidades de unos pocos metros por segundos o diferencias de altura inferiores al metro?, quizá se pregunte el lector curioso. El reloj de un individuo que camina a paso ligero (cinco o seis km por hora) atrasa una parte en diez mil billones con respecto al de alguien que está en reposo; una cantidad similar envejece más rápidamente quien vive en un piso alto, que su vecino del bajo. Al escritor le resulta difícil entender la perfección de los relojes empleados para medir tan mínimas diferencias de tiempo, y por ello recurro a otro símil para que el lector escéptico comparta mi admiración: la última generación de relojes detecta diferencias de un segundo cada mil millones de años.

     Las medidas se han hecho; y los resultados confirman las predicciones de la teoría de la relatividad: nadie esperaba lo contrario.

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