sábado, 18 de diciembre de 2010

La terapia psicológica ha muerto. ¡Viva la neurociencia!


Muchas enfermedades, antiguamente clasificadas como mentales, tienen una causa biológica: el autismo se debe a una anomalía en las conexiones neuronales que se atribuye a mutaciones genéticas; la esquizofrenia se considera un trastorno en el desarrollo cerebral. Sin embargo, un gran número de facultativos se muestran reacios a aceptar que algunas enfermedades mentales sean trastornos fisiológicos. Una de las razones es que, a diferencia de enfermedades como el Parkinson o la apoplejía, en las que los daños son visibles, en los trastornos mentales no se apreciaban lesiones cerebrales.

Afortunadamente, hoy ya contamos con técnicas que visualizan el funcionamiento del cerebro en vivo, y permiten detectar cambios en su actividad o en la comunicación entre regiones diferentes, aun en ausencia de muerte celular: la obtención de imágenes neurales ha abierto la caja negra que hasta ahora era el cerebro. Un nuevo paradigma se abre paso en la psiquiatría: las regiones cerebrales que cooperan para desempeñar tareas mentales pueden considerarse análogas a circuitos eléctricos; y las investigaciones muestran que el funcionamiento anómalo de tales circuitos es la causa de numerosos trastornos mentales. En resumen, las enfermedades mentales pueden ser estudiadas como anomalías en las conexiones entre distintas regiones del cerebro, o como fallos de coordinación entre ellas.

Aunque no se conocen todos los detalles, ya pueden citarse tres casos de correlación entre la actividad desacostumbrada de un circuito cerebral específico y los síntomas de la enfermedad. El origen de la depresión se encuentra en la actividad anómala -un bloqueo por sobrecarga- de una diminuta estructura (área veinticinco) que actúa como centralita de un circuito cerebral. El trastorno obsesivo compulsivo (obsesiones y tics incontrolables) se debe a la hiperactividad de otro circuito, que conecta la corteza frontal con los ganglios basales. El trastorno por estrés postraumático (o fatiga de batalla, que también lo presentan las víctimas de violación, terrorismo o accidentes de tráfico) se debe al funcionamiento incorrecto de la corteza prefrontal ventromedial (el enrevesado nombre es lo de menos), que interviene en el circuito que calma la estructura cerebral rectora del miedo y ansiedad, para que ambos sean reemplazados por una respuesta neutral.

Resulta difícil encontrar en la historia de la medicina un precedente del fenómeno que está viviendo la psiquiatría contemporánea: se abandonan los fenómenos mentales subjetivos y las terapias psicológicas, y se sustituyen por la neurociencia. Auguro, por tanto, una revolución en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento que aliviará a millones de personas.

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