Muchas
enfermedades, antiguamente clasificadas como mentales, tienen una causa
biológica: el autismo se debe a una anomalía en las conexiones neuronales que se
atribuye a mutaciones genéticas; la esquizofrenia se considera un trastorno en
el desarrollo cerebral. Sin embargo, un gran número de facultativos se muestran
reacios a aceptar que algunas enfermedades mentales sean trastornos
fisiológicos. Una de las razones es que, a diferencia de enfermedades como el
Parkinson o la apoplejía, en las que los daños son visibles, en los trastornos
mentales no se apreciaban lesiones cerebrales.
Afortunadamente,
hoy ya contamos con técnicas que visualizan el funcionamiento del cerebro en
vivo, y permiten detectar cambios en su actividad o en la comunicación entre regiones
diferentes, aun en ausencia de muerte celular: la obtención de imágenes
neurales ha abierto la caja negra que hasta ahora era el cerebro. Un nuevo
paradigma se abre paso en la psiquiatría: las regiones cerebrales que cooperan
para desempeñar tareas mentales pueden considerarse análogas a circuitos
eléctricos; y las investigaciones muestran que el funcionamiento anómalo de
tales circuitos es la causa de numerosos trastornos mentales. En resumen, las
enfermedades mentales pueden ser estudiadas como anomalías en las conexiones
entre distintas regiones del cerebro, o como fallos de coordinación entre ellas.
Aunque
no se conocen todos los detalles, ya pueden citarse tres casos de correlación
entre la actividad desacostumbrada de un circuito cerebral específico y los
síntomas de la enfermedad. El origen de la depresión se encuentra en la
actividad anómala -un bloqueo por sobrecarga- de una diminuta estructura (área veinticinco)
que actúa como centralita de un circuito cerebral. El trastorno obsesivo
compulsivo (obsesiones y tics incontrolables) se debe a la hiperactividad de
otro circuito, que conecta la corteza frontal con los ganglios basales. El
trastorno por estrés postraumático (o fatiga de batalla, que también lo
presentan las víctimas de violación, terrorismo o accidentes de tráfico) se
debe al funcionamiento incorrecto de la corteza prefrontal ventromedial (el
enrevesado nombre es lo de menos), que interviene en el circuito que calma la
estructura cerebral rectora del miedo y ansiedad, para que ambos sean reemplazados
por una respuesta neutral.
Resulta
difícil encontrar en la historia de la medicina un precedente del fenómeno que
está viviendo la psiquiatría contemporánea: se abandonan los fenómenos mentales
subjetivos y las terapias psicológicas, y se sustituyen por la neurociencia. Auguro,
por tanto, una revolución en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento que
aliviará a millones de personas.
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