sábado, 4 de diciembre de 2010

Caminar sobre brasas

     ¡Algunos individuos aseguran que pueden caminar sobre ascuas ardientes! Aunque nos sorprende la afirmación, constatamos que no se trata de un fenómeno actual, existen documentos de hace dos milenios que aseveran lo mismo, por lo regular en ceremonias religiosas o mágicas. Sus protagonistas lo atribuyen a las causas sobrenaturales más variopintas, desde ángeles protectores a superpoderes mentales. Merece la pena indagar en el aparente prodigio. Antes de nada nos preguntamos ¿son reales las caminatas? Cuidadosos experimentos realizados bajo la supervisión de científicos han demostrado que se puede caminar sobre el fuego y que los pies del sujeto no exigen una preparación especial. Una vez demostrado la realidad del fenómeno, la ciencia termodinámica nos ha permitido explicarlo.

     Resulta extraño que la piel que normalmente es sensible a pequeños cambios de temperatura pueda tolerar, sin sufrir lesiones, tan intensas agresiones térmicas. Cuando alguien camina sobre las brasas se dan varias circunstancias que evitan la aparición de quemaduras, si el tiempo es breve. Las brasas, aunque ronden los quinientos grados centígrados, necesitan poco calor para aumentar su temperatura, además, transmiten torpemente el calor (dicho en términos técnicos tienen un calor específico y una conductividad térmica pequeños); mientras que los pies -que son agua, en su mayor parte - necesitan mucho calor para aumentar su temperatura (su calor específico es grande). La unión de ambos factores permite que los pies puedan estar en contacto con las brasas durante un breve lapso de tiempo (unos pocos segundos), antes de que alcancen la temperatura a la que producirían quemaduras.

     Es difícil determinar el tiempo exacto a partir del cual las cenizas ardientes queman los pies, porque depende de muchos factores: la temperatura de las brasas, la presencia de callos, la cantidad de sudor o la superficie de contacto. Pero prácticamente cualquier persona puede recorrer una distancia de cuatro o cinco metros a la velocidad de un paseo normal, tomando algunas sencillas precauciones: no correr o ejercer demasiada presión sobre las brasas, porque los pies se hundirían, aumentaría la superficie de contacto y los pies se quemarían.

     Una vez comprendido el fenómeno, y como cualquier científico disfruta desenmascarando la superchería, unos escépticos construyeron un sendero de brasas ardientes (a seiscientos grados centígrados) de dieciocho metros de longitud; invitaron a pasear por él a quienes alardeaban de poseer poderes paranormales y alegaban ser capaces de no quemarse nunca al caminar sobre las brasas. El resultado fue contundente: todos los voluntarios se salieron del camino a los ocho metros, porque se quemaban.

No hay comentarios: