Reconozco mi aversión por la caza.
Entiendo que en la naturaleza los predadores se alimentan de las presas y que
la vida de unos va unida a la muerte de otros. Pero matar por diversión…
Incluso inmolar animales tan inteligentes como los delfines, algunos simios y,
quizá, los perros me parece ciertamente cruel. Quien haya leído hasta aquí
quizá se pregunte si algún mosquito portador de fiebre predicadora ha picado al
escritor. Que no se preocupe el amoscado lector. Solamente quiero justificar mi
pasión por cierta clase de caza mayor: se trata de unas pequeñas bacterias, que
viven en condiciones absolutamente extremas para la mayoría de los seres vivos.
Un equipo de científicos encabezado por Richard Hoover ha viajado a la
Antártida para la persecución, cerco y reclamo de extremófilos. Ya se han
encontrado bacterias que viven en el hielo, en el agua hirviendo, incluso en los
reactores nucleares: no es extraño, por tanto, que la montería se lleve a cabo
en uno de los lagos más inusuales de la Tierra, el Untersee; un lago siempre
cubierto de nieve, y tan alcalino como el más fuerte de los detergentes; por si
fuera poco, sus sedimentos producen más metano que cualquier otra masa de agua
natural terrestre. ¿Qué pretenden encontrar los científicos con tan exótica y
congelada búsqueda? Quizá lo de menos sea comprender el comportamiento de las
bacterias, que tan a conciencia han exterminado a los humanos con peste,
tuberculosis y tétanos antes de la era de los antibióticos. Se buscan las
condiciones extremas en las que puede existir la vida: ni más ni menos. Si se
encuentran bacterias en el lago Untersee se habrá probado que la vida puede
existir en Marte, en los cometas o en las heladas lunas de Júpiter y de
Saturno, y que merece la pena acecharla en tan recónditos lugares; no hay que buscar
una zona ideal para que las bacterias puedan desarrollarse.
Una última revelación: hace algunos
años, en Alaska, los microbiólogos hallaron extremófilos que habían estado
congelados treinta y dos mil años; hasta aquí nada sorprendente; lo increíble
es que, cuando se derritió el hielo que los rodeaba, resucitaron como si nada
hubiera sucedido. Sorprendido, el sagaz lector tal vez se pregunte -igual que
el autor-, ¿por qué no puede suceder lo mismo con bacterias extraterrestres? O
quizá, ¿será posible congelar humanos y devolverlos a la vida varios siglos
después?
1 comentario:
Estimado amigo
No tenemos datos para pensar que las bacterias que se encuentran en la Tierra no sean bacterias terrestres. Sí tenemos datos para afirmar lo contrario: todas las bacterias que viven en la Tierra son terrestres.
Es cierto que en algunos astros del sistema solar es posible que pudo existir vida bacteriana en el pasado o puede existir en el presente; pero hasta ahora no tenemos datos para confirmar la hipótesis.
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