Me
permito hacer una recomendación al lector noctámbulo. El once de agosto vaya a
un lugar alejado de su ciudad, evite la iluminación y espere a que llegue la
noche; mire al cielo y prepárese a contemplar un hermoso panorama. Los afortunados
que, robando horas al sueño, se desvelen mirando el cielo verán unas cuantas
estrellas fugaces cada hora, en la dirección de la constelación de Perseo. El
espectáculo se debe a que la cola del cometa Swift-Tuttle intercepta la órbita
del planeta que nos acoge, lo que provoca que las partículas de polvo del
cometa se precipiten a doscientos doce mil kilómetros por hora contra nuestra
atmósfera, y recreen unos fuegos artificiales celestes.
Esta
exhibición nocturna, popularmente conocida como Lágrimas de San Lorenzo, me
recuerda que el veintisiete de septiembre del 2007 los humanos enviamos un
vehículo espacial al cinturón de asteroides, al ropero viejo del sistema solar,
un lugar donde se encuentran objetos muy antiguos, reliquias del pasado remoto en
el que se formaron los planetas. Concretamente, de la visita a Vesta y Ceres
esperamos aprender cómo sucedieron los primeros pasos de la formación de los
planetas: cómo se constituyeron sus núcleos y mantos rocosos primero, y cómo se
formaron, después, los hielos que aparecen en las superficies.
Tal
vez el lector escrupuloso lamente, moviendo la cabeza apesadumbrado, la
dilapidación de dinero invertido en los viajes espaciales. No pretendo
convencer a nadie ¡Dios me libre!, pero le diría al escéptico amigo que el
núcleo terrestre crea un campo magnético que nos protege de las tormentas
solares; y que estos fenómenos astronómicos ya produjeron apagones en Nueva
York y Canadá y podrían destruir los grandes transformadores eléctricos que
proporcionan electricidad a nuestros hogares. Conocer estos sucesos, como es
obvio, tienen un interés vital para nosotros: en concreto, sabemos que un campo
magnético débil y una tormenta solar fuerte expondría a los desafortunados
pasajeros de avión a dosis de radiación peligrosas. Añado también que los
seísmos y las erupciones volcánicas dependen de la conducta del manto y la
corteza, que dependen de los fenómenos que suceden en el núcleo; poco tengo que
argumentar para resaltar la importancia de prevenirlos. Además del amor al
conocimiento, el egoísmo nos impulsa a averiguar cómo funciona el interior de
nuestro planeta; y en los astros del sistema solar se encuentran algunas
respuestas.
1 comentario:
Estimado amigo
Si no conseguiste ver las estrellas fugaces habrás visto, por lo menos, la Luna llena en perigeo, lo que significa que nuestro satélite está en el lugar de la órbita (elipse, no círcunferencia) más cerca de la Tierra; por lo tanto un 14 % más cerca y un 30 % más brillante que otras lunas llenas del año.
Cordiales saludos
PD. Me olvidaba de decirte que no todos los años se da la afortunada coincidencia de las perseidas con la luna llena en su perigeo.
Publicar un comentario