sábado, 15 de diciembre de 2007

El comercio justo y los monos


Los economistas tradicionales sostienen la tesis de que maximizar los beneficios es el fundamento de cualquier actividad comercial. Estoy seguro que muchos estudiosos y sabios lectores sostendrán la misma opinión; también sospecho que disponen de pruebas más o menos convincentes. Voy a comentar un experimento efectuado con animales que espero les haga reflexionar sobre el asunto.
Unos investigadores enseñaron a una pareja de monos capuchinos a intercambiar un guijarro por un pepino; los monos comprendieron rápidamente la lógica del cambio e intercambiaban de buena gana guijarros por pepinos. Pero los biólogos también saben que los monos capuchinos tienen firmes preferencias gastronómicas: concretamente, prefieren las frutas a las hortalizas. Considerando esa particularidad los investigadores acordaron continuar el experimento de la siguiente manera; a cambio de los guijarros dieron a uno de los monos uvas (uno de sus manjares preferidos) en vez de pepinos. La variación, aparentemente banal, alteró de manera radical el experimento; el otro mono, que hasta entonces seguía animadamente el juego para obtener el pepino, de repente, se reveló, se puso en huelga. No sólo actuaba de mala gana, sino que lanzaba los guijarros fuera del alcance del investigador, rehusaba aceptar el pepino y, en ocasiones, airado, arrojaba los pepinos al injusto investigador. Rechazar una paga desigual, algo que también hacemos los humanos a menudo, va contra las premisas de la economía tradicional. Si maximizar los beneficios fuera lo único que importara, un individuo debería tomar todo lo que pudiera sin permitir que el resentimiento, la envidia o cualquiera otra emoción interfirieran en su elección: no actuamos así. Los etólogos sospechan que la evolución ha seleccionado las emociones que influyen en el comportamiento para alentar el espíritu de cooperación; a corto plazo, preocuparse de lo que obtienen los demás parece irracional; pero a la larga evita que se aprovechen de uno. Nosotros, como los demás primates, debemos protegernos de los egoístas explotadores y repartir con equidad los beneficios de las tareas colectivas; por ello compartimos con quienes nos ayudan y exhibimos intensas emociones de rechazo cuando se defraudan nuestras expectativas de cooperación: desalentar la explotación resulta fundamental para que la cooperación persista en un grupo. La indignación ante tratos injustos y otras reacciones emocionales (que no racionales) acompañan a las negociaciones entre hombres y entre animales, explican algunos comportamientos humanos y forman parte de nuestro bagaje genético. Parece que, además de competitivos, somos primates cooperadores. Tenemos motivos para estar felices.

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

1º Los investigadores Sarah Brosnan y Frans de Waal hicieron el famoso experimento en 2003.

2º En internet he contemplado un vídeo (apenas dos minutos) donde se muestra el comportamiento de los monos y no he podido evitar la sonrisa: porque los monos muestran un comportamiento tan humano…

Saludos
Epi

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

Leí el artículo siguiente en español de uno de los experimentadores y resulta muy interesante: Frans B. M. De Waal (2005): “Así negocian los animales”. Investigación y Ciencia. Junio, nº. 345, pp. 40-47.

Saludos