Los
economistas tradicionales sostienen la tesis de que maximizar los beneficios es
el fundamento de cualquier actividad comercial. Estoy seguro que muchos
estudiosos lectores sostendrán la misma opinión; y también sospecho que
disponen de pruebas más o menos convincentes. Voy a comentar un experimento
efectuado con animales que espero que les haga reflexionar sobre el asunto.
Unos
investigadores enseñaron a una pareja de monos capuchinos a intercambiar un
guijarro por un pepino; los monos comprendieron rápidamente la lógica del
cambio e intercambiaban de buena gana guijarros por pepinos. Pero los biólogos
también saben que los monos capuchinos tienen firmes preferencias
gastronómicas: concretamente, les gustan más las frutas que las hortalizas.
Considerando esa particularidad los investigadores acordaron continuar el
experimento de la siguiente manera; dieron a uno de los monos uvas (uno de sus
manjares preferidos) en vez de pepinos. La variación, aparentemente banal, alteró
de manera radical el experimento; el otro mono, que hasta entonces seguía
animadamente el juego para obtener el pepino, de repente, se reveló y puso en
huelga. No sólo actuaba de mala gana, sino que lanzaba los guijarros fuera de
la cámara de prueba, rehusaba aceptar el pepino y, en ocasiones, airado,
lanzaba los pepinos al injusto y arbitrario investigador. Rechazar una paga
desigual, algo que también hacemos los humanos, va contra las premisas de la
economía tradicional. Si maximizar los beneficios fuera lo único que importara,
uno debería tomar todo lo que estuviera a su alcance sin permitir que el
resentimiento, la envidia o cualquiera otra emoción interfirieran. Los etólogos
sospechan que la evolución ha seleccionado las emociones que influyen en el
comportamiento alentando el espíritu de cooperación; a corto plazo, preocuparse
de lo que obtienen los demás puede parecer irracional; pero a la larga evita
que se aprovechen de uno. Nosotros, como los demás primates, debemos
protegernos de los egoístas explotadores y repartir con equidad los beneficios
de las tareas colectivas; por ello compartimos con quienes nos ayudan y
exhibimos intensas emociones de rechazo cuando se defraudan nuestras
expectativas: desalentar la explotación resulta fundamental para que la cooperación
persista en un grupo. La indignación ante tratos injustos y otras reacciones
emocionales (que no racionales) acompañan a las negociaciones entre hombres y
entre animales, explican algunos comportamientos humanos y forman parte de
nuestro bagaje genético. Parece ser que, además de competitivos, somos primates
cooperadores. Tenemos motivos para estar felices.
2 comentarios:
Estimada amiga
1º Los investigadores Sarah Brosnan y Frans de Waal hicieron el famoso experimento en 2003.
2º En internet he contemplado un vídeo (apenas dos minutos) donde se muestra el comportamiento de los monos y no he podido evitar la sonrisa: porque los monos muestran un comportamiento tan humano…
Saludos
Epi
Estimada amiga
Leí el artículo siguiente en español de uno de los experimentadores y resulta muy interesante: Frans B. M. De Waal (2005): “Así negocian los animales”. Investigación y Ciencia. Junio, nº. 345, pp. 40-47.
Saludos
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