El campo magnético de la Tierra, su magnetismo dicho en términos profanos, es un escudo invisible que nos protege de la radiación solar. Se genera en el núcleo externo del planeta, la capa de hierro líquido que se halla a dos mil novecientos kilómetros bajo la superficie. Desentrañemos su mecanismo de creación: un campo magnético inicial (incluso si es muy débil, como el campo magnético solar) pasa a través del núcleo terrestre; el calor que emana del centro de la Tierra -a siete mil grados- crea corrientes de convección -las mismas que observamos en el agua caliente- en el hierro fundido, y la rotación de la Tierra organiza este flujo en inmensas espirales; el movimiento del fluido conductor (los iones y electrones del hierro) en el campo magnético inicial genera una corriente eléctrica; la corriente eléctrica genera un nuevo campo magnético, mucho más fuerte que el original. Este proceso opera como un descomunal generador eléctrico geológico que se retroalimenta, o sea, como una geodinamo autosostenida. Cabe resaltar que un fenómeno similar ocurre en el Sol: el movimiento del plasma -partículas cargadas- en su interior crea su campo magnético.
El campo magnético de la Tierra, que podemos compararlo al de un imán, con sus polos norte y sur, no es estático, es un ente dinámico que cambia constantemente; porque el movimiento del hierro en el núcleo terrestre no es perfecto, sino turbulento. Las fluctuaciones aleatorias del flujo de hierro fundido pueden desorganizar el campo magnético, debilitándolo drásticamente; cuando esto ocurre, el campo magnético deja de tener los dos polos habituales y se vuelve muy complejo, con varios polos emergiendo en diferentes lugares del planeta. Y así permanece hasta que el campo magnético dipolar se restablece de nuevo; nuevo campo que muestra una polaridad invertida (o que manifiesta una polaridad idéntica a la anterior). Se trata de un ritmo de variaciones muy variable. Los periodos estables, en los que el campo magnético terrestre mantiene su intensidad y polaridad, duran cientos de miles de años o incluso millones; el último cambio ocurrió hace setecientos ochenta mil años, pero se han registrado épocas de estabilidad de cuarenta millones de años. En contraste, la transición, el periodo durante el cual el campo es débil y caótico, es breve, pues dura entre mil y diez mil años. Los periodos de estabilidad magnética de nuestro planeta son la norma, los de transición son cortos.
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