La ribosa es un azúcar imprescindible para el funcionamiento del organismo que cualquiera de nosotros produce a partir de la glucosa; no, no la obtenemos de los alimentos. El cuerpo la utiliza no sólo para fabricar el ácido nucleico ARN, sino también para que las mitocondrias, las centrales energéticas de las células, sinteticen ATP -la molécula que proporciona la energía para que el organismo funcione-. La ribosa, como componente del ATP, resulta necesaria tanto para reemplazar el ATP consumido como para mantener su reserva, requisito esencial para que los músculos y el corazón trabajen de manera óptima.
Recordaba antes que los músculos y el corazón, durante su funcionamiento habitual, necesitan energía; que toman de las moléculas de ATP quienes, al entregar la energía se convierten en ADP; éstas últimas moléculas, cuando recargan la energía, se transforman de nuevo en ATP; pero si la demanda energética es grande, como sucede durante un ejercicio intenso o durante una isquemia (cuando al corazón le llega un flujo sanguíneo deficiente), toda la molécula de ATP, ribosa incluida, se degrada; entonces debe sintetizarse de nuevo y, como su producción es un proceso lento (los músculos y el corazón requieren varios días para reemplazar la ribosa perdida), las células no pueden mantener el ritmo de síntesis del ATP que necesitan para proporcionarles la energía.
En algunas afecciones cardíacas y en el envejecimiento, la función mitocondrial se altera y la producción de ATP se reduce, reducción que se correlaciona con la disminución del suministro de ribosa. Cuando disminuye la cantidad de ATP, o de otros nucleótidos hermanos, un suplemento de ribosa aumenta la producción de todas estas moléculas en la célula y, por lo tanto, mejora la recuperación de los enfermos de las afecciones que afectan a los músculos y arterias del corazón, así como también alivia los síntomas del síndrome de la fatiga crónica y de la fibromialgia; y, en el caso de los deportistas, se supone que su ingestión mejora la recuperación de los músculos después de un ejercicio intenso.
La pruebas que disponemos en la actualidad muestran que la ribosa es un producto que se puede tomar con seguridad, ya que se trata de un azúcar producido por el propio cuerpo que, además, los riñones pueden excretar a través de la orina, si la cantidad que tenemos resulta excesiva. A pesar de ello, en algunos usuarios su ingestión causa diarrea, náuseas o dolor de cabeza.
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