sábado, 7 de mayo de 2022

Sueño e inmunidad

El sueño es un proceso fisiológico que ocupa la tercera parte de la vida del ser humano y resulta imprescindible para el organismo, sin embargo, a menudo infravaloramos el papel que juega en la salud. Si bien dormir en exceso no evita la enfermedad, reducir el sueño (y estamos hablando de que un adulto, cualquiera que sea su edad, debe dormir entre siete y nueve horas) afecta negativamente al sistema inmunológico. Sí, durante el sueño el cuerpo realiza funciones necesarias para mantener la eficacia del sistema inmune; por eso cuando estamos enfermos el cuerpo nos pide dormir mucho.
Para efectuar la respuesta inmune es necesaria una red de moléculas de señalización, las citocinas, unas proteínas secretadas por la mayoría de las células, entre las cuales se encuentran las neuronas y las células inmunes. Algunas de ellas se producen y liberan durante el sueño, en concreto, si no dormimos lo suficiente nuestro cuerpo produce menos citoquinas antiinflamatorias y más citocinas proinflamatorias. Además de ejercer otras funciones, estas moléculas activan la proteína NF-κB. ¿Que significa eso? La defectuosa regulación de la NF-kB se observa en las enfermedades inflamatorias y autoinmunes, en las las infecciones virales y en el cáncer; no sólo en ellas, esta singular proteína también interviene en procesos de plasticidad sináptica y en la memoria. La privación del sueño -argüíamos- altera la respuesta inmune; un efecto que podemos comprobar observando la disminución del numero de anticuerpos producidos después de una vacuna, o la merma del número de células NK (los linfocitos asesinos que destruyen las células infectadas y cancerosas). Por todo ello, la falta de sueño además de constituir un factor de riesgo para las enfermedades inflamatorias, se relaciona con las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la obesidad, el estrés e interviene, por si fuera poco, en el deterioro neurocognitivo. 
El sueño actúa mediante varios mecanismos: induce cambios en la conexión del hipotálamo (ubicado en el cerebro) con la glándula pituitaria y de ésta con la glándula suprarrenal, y provoca modificaciones en el sistema nervioso simpático, ambos efectos facilitan la actividad del sistema inmunológico. A su vez, los cambios hormonales que ocurren durante el sueño -el aumento de melatonina y la disminución nocturna de cortisol y adrenalina, entre otros- ayudan al sistema inmune a mantenerse en buen estado.
¿Que el atareado lector no duerme entre siete y nueve horas cada noche? ¡Intente compensar el descanso perdido disfrutando de una siesta!

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