sábado, 14 de mayo de 2022

Proteínas


Las lecturas bioquímicas, a menudo, dejan al escritor anonadado. Fijémonos en los veinte aminoácidos cuya síntesis está programada en el genoma de cualquier forma de vida. Sólo con veinte pueden construirse todas las proteínas de todos los seres vivos que existen y han existido jamás, desde la minúscula bacteria a la gigantesca ballena o el majestuoso roble, pasando por el Tyrannosaurus rex y el Homo sapiens. Prácticamente todos los procesos biológicos dependen de la presencia o de la actividad de las proteínas, complejas macromoléculas que exhiben propiedades extraordinariamente variadas que no posee ninguno de los aminoácidos que la componen. Resulta imposible que el profano lector aprecie su enorme variedad sin que cite algunas. Prácticamente todas las reacciones químicas que ocurren en un ser vivo dependen de la presencia de unas proteínas llamadas enzimas; como la pepsina y la tripsina del aparato digestivo que rompen los alimentos en sus componentes. Algunas proteínas transportan algo, como la hemoglobina que lleva el imprescindible oxígeno a las células de cualquier animal vertebrado. Las semillas de las plantas almacenan proteínas para nutrir al embrión, como la gliadina del trigo; igual hacen los animales con la ovoalbúmina del huevo o la caseína de la leche. Otras proporcionan movimiento al ser del que forman parte, como la actina y miosina de los músculos. Las hay que proporcionan soporte al cuerpo, como el colágeno, o constituyen el pelo, uñas y plumas, como la queratina o forman la seda, como la fibroína. Algunas defienden al organismo de bacterias y virus invasores, como las inmunoglobulinas, o de otros animales como los venenos de las serpientes, o evitan la pérdida de sangre, como la fibrina. Otras, las hormonas, se encargan de regular la actividad de las células o del organismo, como la insulina que controla la cantidad de glucosa sanguínea. Aquellas se han especializado en recibir señales, como los proteínas receptoras de acetilcolina, cuya activación preludia la contracción muscular. Incluso las hay que desempeñan exóticas funciones, como la proteína anticongelante, que protege la sangre de algunos peces antárticos. 
¿En qué difieren una de otra? En la secuencia: los veinte aminoácidos constituyen el alfabeto de las proteínas. Escojamos una pequeña proteína que contenga sólo setenta y siete aminoácidos; la cantidad de secuencias posible (diez elevado a cien) es tan desmesurada que, si quisiéramos sintetizar una molécula de cada una de ellas, no existirían suficientes átomos en todo el universo. ¡Nada menos!

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